martes, 30 de septiembre de 2008

Sin dejar Huella


La historia se centra en dos mujeres que huyen de su pasado. De repente se encuentran, no se conocen, pero deciden andar juntas.

Una de ellas es Aurelia, (buenas tetas de pezón hospitalario) madre soltera de dos niños: Juan, de 6 años, y un bebé de menos de un año. Su actual novio es Saúl, joven menor que ella que andaba coqueteando con el narcotráfico. Aurelia se escapa de él, le roba dinero, (que Saúl había sacado del negocio de las drogas) deja a su hijo mayor al cuidado de su hermana, pone todas sus cosas en una camioneta y se va sola con su bebé con destino a Cancún para buscar algún trabajo en hoteles como un mejor futuro para ella y sus hijos; un empezar de nuevo, pero para bien. Al parecer, su permiso de maternidad se le había acabado y ella no estaba dispuesta a abandonar a su pequeño. Lo que no sabe es que su novio empieza a buscarla con su primo el narcotraficante para recuperar el dinero, y también la misma banda de narcotraficantes andaba detrás de ella.

La otra mujer es Ana, interpretada por la guapa Aitana Sánchez-Gijón, ella es una especie de traficante internacional de arte prehispánico-mexicano-maya-azteca-fraudulentus. (Es decir, fiel bamba). Es española pero le encanta resaltar que nació en México aunque luego haya vivido la mayor parte de su vida en la Península Histérica. A ella la sigue un policía corrupto y regordete que le tiene hambre. Pero no solo eso, también está interesadísimo en descubrir la fuente de su negocio para recibir su buena tajada de la torta. Ella está en la quiebra total.

Es en esta circunstancia de sus vidas en la que estas mujeres se encuentran y recorren las carreteras de México desde Ciudad Juárez a Cancún. De pronto se dan cuenta de que un misterioso carro rojo las sigue a todas partes. Entonces entran en pánico y se esconden en pueblitos para despistar a todos sus perseguidores. Confiando y desconfiando la una de la otra, empiezan a tener problemas, leves al comienzo, serios después, pero al final sobrevive la buena amistad que habían entablado entre ellas.
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título en inglés: WITHOUT A TRACE
título original: SIN DEJAR HUELLA
año: 2000
país: MÉXICO-ESPAÑA
directora: MARÍA NOVARO
guión: MARÍA NOVARO
productora: DULCE KURI
música: LYNN FAINSHTEIN
fotografía: SERGUEI SALDÍVAR TANAKA
REPARTO:
AITANA SÁNCHEZ-GIJÓN ... ana
TIARÉ SCANDA ... aurelia
JESÚS OCHOA ... mendizábel
MARTÍN ALTOMARO ... saúl
EDMUNDO SOTELO ... juan

domingo, 14 de septiembre de 2008

Nacimos

Hoy, 14 de setiembre cumple 10 meses mi hijito Salvador Armando, 4 días su primita Isazu del Pilar y bueno, en unos días más va a hacer un mes de la muerte de Constatino Carvallo, ese educador bizarro y anti dogmático, verdadero filósofo de la educación en el Perú. Pues bien, aquí he recogido un extracto de su libro Diario Educar, Tribulaciones de un maestro desarmado, libro que todos deberíamos leer de vez en cuando. No es solo una guía para profesores, sino para padres, para hijos, es decir, para cualquier ser humano con más de un corazón.
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Así que, querido hermano Manuel, desde acá, desde el culo del mundo, te mando este abrazo que no te puedo dar en persona, ahora que ya tienes a tu hija en tus brazos, y aunque yo, justo en estos momentos de tu alegría, esté extrañando desconsoladamente a mi hijo.
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Hay algo irresistible, poderosamente seductor en el pequeño recién nacido. Mirarlo es desear abrazarlo, el amor fluye fácil de su pequeño cuerpecito. Dice el zoólogo y pintor británico Desmond Morris que la atracción está en los ojos, que la evolución ha hecho que dominen con su amplitud la cara y que sean azules en los primeros días, la pupila se dilata exageradamente y ese punto negro en medio del lago azulado del iris nos subyuga y nos obliga a protegerlo y acariciarlo. Es la estrategia de la naturaleza, el recurso de la hipnosis para garantizar la difícil supervivencia. Indefenso, incapaz siquiera de moverse por cuenta propia, debe atraer a otro ser humano para que satisfaga sus necesidades más elementales. Como ciertos ofidios tiene el poder en la mirada, cautiva, invita a ser asistido, ayudado, mimado. Sorprende la inmediata empatía que suscita. Los otros niños y adultos que lo miran suspiran con él, repiten involuntariamente sus muecas; nunca la solidaridad es más automática, ni tan bondadosamente se dispone el prójimo frente a sus semejantes. Mi hijo está ahí, no me canso de mirarlo.
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Pero creo que hay algo más. Sobre la biología está el espíritu. Y lo que atrae está en el modo cómo lo miramos. Y es que lo vemos puro, limpio, inocente. Me pregunto en qué consiste esa inocencia y por qué ejerce tan intensa seducción. Es la inocencia que uno trata de mantener en los niños, sobre todo en estos tiempos cuando el mundo los despierta bruscamente de esa pureza interior. ¿Qué es la inocencia? Pienso que es el estado anterior a la duplicación del yo, es un momento de la vida en el que la acción se corresponde con la intención, cuando no vacilamos en mostrar lo que somos, lo que sentimos y pensamos. Después aprendemos a guardarnos, a fingir, a parecer lo que no somos. La inocencia no se opone a la sexualidad y al deseo. Su contrario es la mentira. Lo que le preocupa al educador no es la acción incontrolada, los errores que comenten los jóvenes. No, el pecado es la falsedad. Ese aprendizaje de la duplicidad, decir lo que no se piensa, mentir en la acción y hacerlo tanto y tan seguido que uno ya no sabe quién es en realidad. La pérdida de la inocencia es vivir enmascarado, con el alma torcida, negando con la palabra y la conducta la humilde verdad que habita en el corazón.
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Mi hijo, en cambio, nada sabe de mentir. Nada sabe. Esa es su fuerza de atracción, ignora que debe ocultar sus deseos o transformar los gestos para esconder sus intenciones. Llora y gime, sonríe y se agita, no tarda en mostrar su auténtico querer, no calcula, no elige, como nosotros, la mejor táctica.
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Esa ignorancia es profunda y posee magia y curación. Y es que tampoco me conoce. No sabe de mi andar esforzado, de mis culpas y mi torpe historia. Nada sabe de mi traición, de mi mentira, de mi angustiado anhelar. Yo estoy aquí, junto a él y su magnífica ignorancia, y me redime: su inocencia olvida mi pasado. Me mira sin saber, se entrega, me pide. Confía por instinto y yo siento alegría del doble nacimiento: El de él en mis brazos, el mío en la tierna inocencia de su mirada. Nace el hijo y nace el padre.
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Seré mejor por ti, mi lindo bebé.
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