sábado, 19 de junio de 2010

Tercera Carta a mi hijo Salvador Armando por el día del padre




Este es el tercer año que espero a que sean las 12 de la noche del inicio del día del padre para sentarme a solas frente a mi computadora a escribirte estas cartas que espero algún día puedas leer.


Sin embargo esta vez es diferente.


Para empezar no sé qué decir. Hace mucho no te veo, estoy fuera del Perú, cuando te hablo por teléfono ya ni siquiera me prestas importancia. Para ti yo ya estoy muerto -lo dice la psicología infantil.

Malditos putos psicólogos, por esa y por muchas otras razones siempre los odiaré.

Aunque mis padres y mis hermanos dicen q siempre miras fotos mías y te emocionas y empiezas a decir papá... fuck! I just realized que hace mucho no me lo dicen.

Otra diferencia, los dos años anteriores pasamos todo el sábado juntos y todo el domingo también, así que mi falsa soledad de la primera y segunda carta que te escribí solo duraba algunas horas nocturnas. Cuando anochecía, esperaba la media noche para escribir, al día siguiente imprimía la carta y la compartía con tus abuelos que nunca entraron ni entrarán a mi blog y luego me dedicaba a jugar contigo todo el día.


Esa es la principal diferencia de este año, esta vez estoy esperando desesperadamente a q sea la media noche del día del padre desde el 13 de febrero que fue la última vez que te vi.

Agrégale a eso que esta vez ni siquiera podré disfrutar de tu sonrisa.


Separarme de ti fue muy difícil, Salvador. Ese día fue muy raro, ocurrieron muchas cosas extrañas. Era cumpleaños de tu abuelo y también esa misma noche yo viajaba a Lima para partir a Brasil y no volver quién sabe hasta cuando.


Días antes estuvo lloviendo mucho en Trujillo, cada vez que ocurre eso, ocasiona serios líos en la ciudad peruana de la eterna primavera ¿? ya que nada en la ciudad (ni casas, ni pistas, ni veredas) está preparado para afrontar siquiera unas cuantas horas de lluvia. Lo bueno de aquel sábado fue que hacía tres días que el clima se mantenía sospechosamente "primaveral" ¿? Así que todos estábamos contentos y ya nos habíamos olvidado de los techos húmedos.

La cuestión es que estábamos en pleno almuerzo de cumpleaños de tu abuelo con familiares y todo y a mí se me entraron unas ganas impresionantes de cagar. Te llevé conmigo al local de Inicial, quisiste meterte en tu aula de verano, no quisiste jugar con tu carrito en el patio, consideré que si te quedabas tranquilito podías esperarme en esa aula sin problema mientras iba y regresaba. A punto de sentarme en el trono estaba cuando de pronto te escuché gritar.

Tu llanto era desolador, y salí corriendo a tu encuentro. Tú nunca lloras así. Te encontré empapado de agua y temblando de miedo y de frío. Una maldita bolsa de agua se había acumulado en el tapiz del techo sin que ninguno de nosotros se diera cuenta. Era agua sucia, agua estancada de tres días, agua de lluvia apestosa de Trujillo que se le ocurrió venirse al piso en el preciso instante en que tú decidiste sentarte en esa precisa mesita justo en el momento que a mí se me había ocurrido la genial y estúpida idea de que me acompañes a cagar.

Inmediatamente me sentí culpable de todo.

No sé cómo encontré el maletín con tu ropa de recambio, la verdad era que olías a agua podrida, te tuve que bañar, la piscina del tercer piso estaba sin agua (por las lluvias ya no la habíamos llenado), así que te bañé rapidito en el lavadero de la cocina. Te puse tu ropa limpia, pero seguías asustado, llamé a tu abuela para que te pase el huevo y te haga sus magias que solo ella sabe hacer y se te quite el chucaque, eso funcionó.

Me sentía tan raro, sabía que era el último día que nos veíamos y no me podía explicar cómo había sucedido aquello. ¿Por qué a ti que eras solo un pequeñito de dos años? Esa agua sucia pudo haberle caído a cualquiera o a nadie, pero justo tuvo que caer en ese momento que te pusiste a jugar en esa mesita.

Mi mamá intentó consolarme. Se hicieron las 7 y media de la noche y había llegado la hora que no quería que llegue. Yo mismo agarré el carro y te senté al volante, mi madre iba a lado de nosotros, te llevé a la casa de tu madre, tenía que hacerme el fuerte, tú estabas contento manejando conmigo, íbamos despacito, como para que se hagan más largas las 10 cuadras que separan mi casa de tu casa.

Inevitablemente llegamos a la despedida que más deseaba evitar. Solo te abracé una vez más y te dejé en los brazos de tu madre. El regreso fue triste, manejé más bien rápido mientras las lágrimas se hacían reales, me dolía tanto dejarte, nunca he tenido ese sentimiento por nadie en mi familia. Cuando yo estudiaba en Lima, mis padres se fueron a vivir a Trujillo, en verdad, nunca los extrañé del todo, amaba mi libertad, mis hermanos mayores pasaban todo el día en la calle, practicamente, tenía la casa para mí solo todos los días, era feliz.

Siempre que he viajado antes me pasó lo mismo, me olvido de todos, no pienso en nadie, disfruto mis viajes a plenitud y mi madre me entiende y disfruta de mi independencia, mi papá igual, todos en mi familia me conocen y saben que puede ser que si salgo de viaje no vuelvan a saber nada de mí hasta mi regreso (a menos que necesite money) lamentablemente ahora existe el facebook y muchas veces mis hermanos ya me tienen podrido.

Pero, en cambio, Salvador, a ti te extraño a todas horas, no puedo dejar de preocuparme y pensar en ti. Hace unas semanas vencí mi cobardía y llamé a tu madre, hemos hablado por teléfono un par de veces un par de horas, hablado mucho de ti y de las situaciones que sucedieron para que se acabara nuestro amor que aún recuerdo con ternura.

Antes yo quería ser su amigo pero ella no me dejó, ahora ella quiere ser mi amiga, pero yo no sé, por más que no siento rencor hacia ella, sí siento que hay algo que no podré perdonarle, algo que considero peor a todo lo que yo pude hacer para ofenderla.

Siempre me he reído, me río y me reiré de los golpes, mentiras y traiciones que otras personas me han propinado. Incluso he vuelto a dar la mano y sonreído cortésmente a seres que merecen el repudio total de mi persona. Sin embargo a tu madre no puedo mentirle, no puedo hacer el hipócrita con ella, la verdad es que no me siento cómodo cuando la tengo cerca.

Aunque esto ya pasó hace mucho tiempo y yo no debería ni recordarlo, hasta ahora, nadie me ha golpeado de esa manera. Una vez a ella se le ocurrió decirle a una jueza que mis padres y yo no te queríamos, que te tratábamos mal. Y ese es una espina que hasta ahora llevo clavada en el costado.

Lo más curioso es que la jueza ni siquiera le creyó. Pero la intención es lo que cuenta, dicen.




Separarme de ti fue muy difícil, Salvador.

Ese último día que pasamos juntos fue muy raro, y ocurrieron muchas cosas extrañas más. Era cumpleaños de tu abuelo y también esa misma noche yo viajaba a Lima para partir a Brasil y volver nadie sabía cuándo.

Felizmente ahora yo ya sé.





3 comentarios:

  1. Muy conmovedora tu carta. Feliz día te diría, pero esta vez, no se te es tan feliz.

    Un abrazo de todas formas, muy macho, claro.

    ResponderBorrar
  2. La exposición sincera de los sentimientos siempre es conmovedora y además está muy bien escrita.
    Calma, amigo, el tiempo hará su trabajo atenuando las iras y Salvador, que es muy inteligente, sabrá valorar en su exacta dimensión el amor que, indudablemente, le tienes.

    Recuerdo nítidamante la visita que me hiciste en Lima y la forma en la que me hablaste de él.
    Un abrazo

    ResponderBorrar
  3. ohhh bellisima me encanto!! A si te tengas que ir Salvador siempre te esperara y se q tal vez por el no demoraras mucho... un abrazo

    ResponderBorrar

COMENTARIOS