viernes, 12 de julio de 2013

Tercer post: Desde Piura, con amor.


Hace unos días recibí esta foto por facebook, reconocí la frase de inmediato. Por supuesto, es mía. Es decir, no es que la haya patentado, la pueden encontrar en el primer testimonio de este blog Vivir con Cáncer. En aquel momento me habían diagnosticado siete meses de vida, y justo ese día el oncólogo me dijo que con quimioterapia podía vivir un par de años. Así que estaba feliz, obstinadamente feliz.  Escribí esa frase para retratar el momento que vivieron mis amigos y familiares ese día cuando llegaron a visitarme con lágrimas en los ojos y yo estaba recontra feliz.

Bueno, luego de cuatro meses de obstinada pelea por vivir recibo esta sorpresa que me alegró el día. Honestamente pensaba que era un diseño hecho en fotoshop, pero me puso de muy buen humor. Luego se contactaron conmigo algunos de los integrantes de este grupo Acción Poética Piura, para decirme que el mural existe, incluso me mandaron las pruebas del delito.





No podía creerlo. 
Pero me sentí peor cuando empecé a ver otros murales que ellos han hecho. 

"Solo nosotros sabemos estar distantemente juntos"
Por los 50 años de la publicación de Rayuela la gran novela de Julio Cortazar. Acción Poética Piura le rindió un homenaje muralizando una de sus frases.

Imagínense cómo me sentí al ver que estos jóvenes muralizan a Julio Cortázar y ahora a mí. ¿Qué hice yo para merecer esto? Me sentí peor porque yo tenía ese libro Rayuela y nunca lo leí. 

Decidí que si ese mural existe, lo menos que puedo hacer es ir a Piura y conocerlo. Espero viajar los primeros días de agosto. Nunca tuve oportunidad de conocer Piura, aunque en verdad sí la tuve, pero fue justo cuando comenzaron los problemas de mi enfermedad.

Un 14 de febrero comenzó todo. Empezó a dolerme la barriga. Yo pensaba que era por indigestión ya que el día anterior hubo un gran almuerzo familiar por el cumpleaños de mi padre. Fui a la farmacia por unas pastillas pero el dolor continuó unos días. Ya era lunes 18 y yo tenía una invitación para participar de una feria científica en Ecuador el viernes 22. Decidí ir al médico, pero antes de pasar por la consulta compré mis pasajes para viajar a Piura. 

Nunca pude viajar, cuando un amigo estudiante de medicina me vio, hizo lo posible por que me pasen directamente a emergencias. Me hicieron rayos X y me diagnosticaron Obstrucción Intestinal y cirugía urgente. 

No podía creerlo. 

Me trasladaron de emergencia al Hospital Lazarte. Estuve cuatro días allí, en observación, me hicieron muchos rayos X, muchos cirujanos venían a verme, pero no se decidían a operarme. Al segundo día me pusieron sonda en la nariz. Un día y medio estuve sentado en emergencias antes de que me den cama. Así es el seguro pues. Estaba exhausto cuando me eché. 

Por la noche me pusieron otra sonda, pero a la vejiga, sí amiguito, la metieron por mi miembro viril. Y luego cuando amaneció me dijeron que debía caminar. Tenía tres tubos conectados a mi cuerpo: el suero en el brazo, la sonda en la cara y la otra sonda abajo, con la bolsita de orina tipo anciano de 90 años. Felizmente nadie me tomó fotos ese día. 

Los boletos de viaje para Piura estaban fechados para lo noche del jueves 21. Me dieron de alta ese mismo jueves al medio día, pero en las condiciones que me encontraba no podía viajar más que a mi cama. Un mes estuve aguantando los dolores estomacales, estuve a punto de operarme en una clínica particular, me pidieron una ecografia de la cavidad abdominal. Recién esa noche descubrieron todos los tumores, todo el líquido ascítico almacenado en mi peritoneo. Y otra vez de emergencias a Lazarte, pero ahora sí de gravedad. Extrajeron cinco litros de agua de mi abdomen ese día. Quedé flaquito, casi todo ese mes me la pasé solo comiendo frutas y agua. Luego estuve unas semanas en el hospital solo con suero. Estaba muy flaco cuando me enteré que tenía cáncer. Había perdido 30 kilos en un mes y medio. Vaya dieta, ¿verdad? Felizmente en febrero andaba gordito, pesaba 90 kilos, ahora estoy pesando 61, he bajado cinco kilos en el último mes. Pero no me doy por vencido. No pienso hacerlo.

Así fue como casi empezó todo, en realidad todo empezó un año y medio atrás, pero eso lo contaré otro día. Así fue como perdí la única oportunidad de mi vida de conocer Piura y Ecuador. Al menos ahora estos jóvenes poetas me han dado la gran oportunidad de ir a Piura, y si es posible, intentaré cumplir la promesa que le hice a mi madre y llegar hasta Ayabaca a conocer al Señor Cautivo.

Así será. 

Gracias hermanos.


miércoles, 10 de julio de 2013

Daniel Rodríguez Risco, empresario de éxito, y felizmente, muchas cosas más.

Todas las caras de Daniel

Economista, educador, cineasta y literato. A Daniel Rodríguez Risco muchos trujillanos lo recuerdan como el joven empresario de 24 años que fundó el ITN, FlemingCollege y luego UPN. Y que después desapareció.

Escribe Aquiles Cabrera

“A los 38 años tuve una crisis vocacional. Era empresario. Había fundado dos universidades, dos institutos tecnológicos y dos colegios particulares. Me iba muy bien. Vivía en una mansión en Trujillo, rodeado de choferes, secretarias…  venían a visitarme congresistas, embajadores… la verdad que me iba muy bien, pero era una persona absolutamente infeliz. Un día dije: Ya no doy más, y a los 38 dejé todo eso y vine a Lima a hacer cine”, me dice Daniel con la naturalidad y orgullo de un niño que te cuenta sus logros escolares.

Daniel Rodríguez parece un tipo normal, un tío “buena gente”, un caballero cortés. Desde un principio me pidió amablemente que no lo trate de usted. Detrás de su despreocupada sonrisa se esconde un maniático del orden, un jefe temible y excéntrico, un joven emprendedor, empresario y exitoso, un lector exhaustivo de 4 a 8:15 de la mañana, literato oscuro de 8:30 a.m. hasta el medio día, tenista apasionado de 1 a 2 de la tarde, economista puntilloso que revisa sus negocios y finanzas de 3 a 5 p.m., cineasta incomprendido hasta las 7 de la noche... Y luego, un tipo normal, un padre de familia o un buen amigo que ve películas o sale a la calle a comer y distraerse.

Daniel me asegura que su vida transcurre de una actividad a otra los siete días de la semana. “Soy una persona que cree que el descanso es cambiar de actividad, para mí descansar no es dormir o tirarme en la playa, para mí descansar es hacer algo distinto, entonces, soy como una especie de doctor Jekyll y mister Hyde, tengo doble personalidad”, afirma mientras lo miro perplejo pensando que su vida más se asemeja al Tractat del lobo estepario que a la mítica novela del escocés Robert Louis Stevenson.

Definitivamente Daniel Rodríguez no es un tipo normal. Terminó el colegio a los 14 años, lo adelantaron por sus excelentes notas, a esa edad ingresó a la Universidad Agraria, pero estudió Economía y Administración en la Universidad de Missouri - Rolla. A los 19 años ya se había graduado como economista. Era una máquina de estudiar. Le interesaba mucho la literatura, el cine, la empresa y la educación. Pero era joven y se enamoró de una chica de Islandia, vivió con ella un año en aquel país.

A los 20, estudió Cine en Barcelona. Vivió experiencias que la mayoría de personas viven a los 30, o mejor dicho, nunca. A los 22 volvió al Perú para estudiar literatura en la Universidad Católica pero no acabó la carrera. Trabajó para el grupo Apoyo en las revistas Debate y Perú Económico. En el año 80 fue editor de un suplemento económico producido por Apoyo y publicado en el diario El Comercio llamado Oikonomos. A los 23 años ya era profesor de economía en el Centro Pre universitario de la Universidad de Lima. “Ahí se me ocurrió la idea de fundar un instituto”, recuerda lleno de alegría.

En aquel momento le pregunto, ¿por qué Trujillo?, en 1983, ¿cuál fue la visión?
—Muy simple –me responde. Mi padre tenía un local alquilado a unas personas que no le pagaban. Él me hizo una propuesta: si logras desocupar a estos inquilinos, yo te alquilo el local para que hagas tu instituto. Entonces me fui a Trujillo.

Dicho local queda en la Av. Del Ejército. Daniel comenzó a visitar los demás institutos, no existían las universidades privadas, solo estaba la Universidad Nacional de Trujillo, en la que los pocos que lograban ingresar, tenían que esperar dos años y medio para poder matricularse y empezar clases. 

— ¿Y los demás institutos?
—Me parecieron bastante informales, por ejemplo, decían “las clases inician el 8 de mayo”, y comenzaban el 3 de junio. A veces incluso ni les pagaban a los profesores. No había una calidad en el servicio. Entonces dije, ¿por qué no crear un instituto que justamente sea todo lo contrario?, ¿qué mejor nombre que ponerle “El instituto Serio”? Los alumnos usaban corbata, las chicas corbatina, pullover color ladrillo, falda debajo de la rodilla, sin maquillaje. Era como una escuela militar. Todos los profesores debían entrar con terno. Algo impensable en esta época.

Cuando Daniel cumplió 25 años de edad ya tenía 6 mil alumnos matriculados en su instituto.

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En 1987, el año que Alan García anunció que estatizaría la banca, Daniel viajó a Paraguay. Vivió un año en Asunción. Allí formó el Instituto Tecnológico de Asunción.
“Funcionó muy bien, fue muy gracioso porque utilizábamos la misma publicidad que la de Trujillo, solo le cambiábamos la locución, los trujillanos aparecían hablando guaraní en comerciales en Asunción. Nunca nadie lo supo”. Me dice entre risas.

Los spots de los que habla Daniel fueron producidos por la agencia publicitaria “Tren de comunicaciones” que él mismo había fundado para este propósito. Para ello trajo a un creativo de España y un director argentino. Fueron, quizá, los primeros spots de TV realizados en la ciudad de Trujillo.

Otra faceta de escritor:
— Un día apareció en mi oficina el director de la Alianza Francesa y me dijo: “Daniel, he leído tu libro –una novela corta que escribí en Estados Unidos a los 19, la publicó Peisa–, me ha encantado, quiero publicar una edición bilingüe y usarlo como libro de texto para enseñar francés”. Entonces le dije “De acuerdo, no hay ningún problema”, y me dijo “Acá está la traducción”. Ya lo había traducido. Años después también se publicó en italiano.

Daniel, el enigmático
De esta época en Trujillo, fines de los años ochentas, a Daniel se le recuerda como un joven empresario sui generis. “Lo que más me sorprendía de él era su desarraigo, pareciera que no estaba atado a nada. En su oficina no había ni una foto, ni un pequeño lujo, solo un teléfono y una mesa. No tenía casa, vivía en hoteles”, me comenta un señor que prefiere no ser mencionado. Todos los trujillanos mayores de 40 años tienen una historia que contar sobre Daniel o sobre su padre, el ingeniero Daniel Rodríguez Hoyle. Las anécdotas son interminables, sin duda fue por varios años el hijo engreído de la ciudad. Hasta ahora algunos lo siguen recordando con cariño como “el gordo”.

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El colegio Fleming

En el verano de 1990, los señores Daniel Iturri, Winston Barber y Ricardo de Montreuil se encontraban en el balneario Las Delicias cuando se toparon con Daniel. Allí le contaron que había un gran descontento de los padres de familia trujillanos con la calidad educativa de los colegios tradicionales. Le dijeron que había llegado la hora de crear un nuevo colegio de calidad para que estudien sus hijos. Así nació la idea de fundar el Fleming College. (Tomado del discurso Fleming: 20 años. Daniel Rodríguez. Trujillo, setiembre de 2011).

— La idea resonó en mi cabeza unos días y finalmente decidí contársela a un amigo con el que siempre nos reuníamos para hablar de proyectos: David Fischman. A David –que por entonces ni siquiera intuía que terminaría siendo el gurú del liderazgo que es hoy en día– le gustó la idea de hacer un colegio y me propuso sumar a su hermano Roberto al equipo. Roberto es un hombre práctico que nos ayudará a aterrizar el proyecto, pues tú y yo somos demasiado soñadores.

El Fleming también sería diferente. Daniel empezó a visitar los mejores colegios de la ciudad. Todas las puertas se abrían para el joven promotor del instituto más exitoso. El gran descubrimiento fue que todos estos colegios se parecían bastante entre sí. Así que decidieron hacer lo opuesto. Si estos colegios eran católicos; el Fleming sería laico. Si atendían sólo a hombres o mujeres; ellos serían mixtos. Si valoraban mucho la tradición; ellos serían innovadores. Si enseñaban pésimo el idioma inglés, ellos enseñarían inglés de la mejor manera.

—Con las disculpas a Sir Alexander Fleming, el nombre lo pusimos con David Fischman porque sonaba tal como se escribía. Su pronunciación no era difícil, era serio, y tenía fácil recordación. –me cuenta Daniel como quien confiesa una travesura– Estoy muy orgulloso del Fleming. Ha funcionado muy bien, estamos buscando terrenos para abrir más locales, estamos pensando expandirlo a nivel nacional.

El colegio tuvo tal éxito que un día, ejecutivos de Yanacocha le solicitaron que fundara un Fleming en Cajamarca. Ese sería el DavyCollege, el que años después, Daniel terminaría traspasándolo a dicha minera.

— A ellos no les interesaba si era rentable o no, querían un lugar para que estudien sus hijos, tiene un campus seis veces más grande que el del Fleming, cuesta mil dólares la mensualidad. Es el colegio más grande del Perú.

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Del cole a la Universidad

“La UPN se creó exactamente un minuto antes que la UPC, me dice Daniel y a estas alturas de la conversación si él decía que había encontrado la piedra filosofal, le hubiera creído. “El congreso votó la creación de la UPN y un minuto después votó la creación de la UPC. Yo mismo hice el lobby durante un año con un equipo de abogados. Son hermanas gemelas, las fundamos con David Fischman y un grupo de socios”.

A los dos años vendió sus acciones de la UPC. “Esa universidad consumía mucho dinero y yo necesitaba dinero para sacar adelante la UPN”. Decidió quedarse en Trujillo, en aquella época ya tenía una mansión en Moche, familia, choferes, era visitado por embajadores, pero... y aquí comienza la historia, era un hombre muy infeliz, así que decidió dejarlo todo e irse a vivir a Lima.


De la universidad... al mundo de los sueños. 

A los 38 años fundó la productora Cinecorp. Hizo un corto llamado El Colchón, le fue muy bien, viajó a Grecia, a España, a Francia. Ganó muchos premios. Después hizo un segundo corto: El triunfador. También le fue bien, se vio en todo el mundo. Luego llevó un curso de dirección de actores en Cuba.

A los 40 años, dos años después de decidirse a vivir su verdadero sueño, le ofrecieron una beca para estudiar una maestría en cine en la New York University.  “Me convertí en el perro de los alumnos de segundo y tercer año, porque allá era como una carrera militar, tienes que cargar cables, rieles, ir a comprar las donuts para los gringos, preparar los cafés, tirarme en un charco con la cámara a las 3 de la mañana con nieve… y de pronto, de ser rector, terminé en los zapatos del alumno, chicos arrogantes de 24 años”.

¿Qué fue lo más importante que aprendió de esa experiencia?

Yo venía de un mundo donde era el rector de la universidad, mandaba a todos, y de pronto estaba allá, levantándome a las 4 de la mañana para cargarle a un gringo los rieles del dolly, y eran cámaras de cine bien pesadas. Pasaba todo el día en un parque congelándome cargando estos rieles, aprendiendo cómo se hacían las películas.

Ahí me di cuenta de que al alumno le interesa un pepino quién es el rector, quién es el vicerrector, los decanos, los convenios. Lo único que le interesa al alumno es que el profesor que le toque le transmita algo que sea útil, y también que los equipos que tiene la universidad funcionen y le sirvan para poder hacer sus trabajos, nada más.

Entonces, mi experiencia como alumno me permitió enriquecer nuevamente mi rol como rector.

Al mismo tiempo mejoré mis habilidades para filmar películas. Me fui a Tailandia, filmé una película en Chiang Mai, que es el Trujillo de Bangkok. Mi director de fotografía era tailandés, Tanon Sattarujawong, le decíamos Non. Hablo en pasado porque ahora es un monje budista. Me he quedado sin director de foto. Ha dejado la vida mundana para siempre, es un hombre que se ha despojado de todas las posesiones materiales y vive mendigando la comida, no tiene ningún bien material y todo el día está en meditación buscando el nirvana.

¿El cine te ha hecho feliz?
El cine me ha liberado, es como la literatura, una forma de expresión. Es como una terapia sicológica también, una necesidad expresiva que yo tengo, la derivo a través de la literatura o a través del cine.
Cinecorp hizo la producción de Altiplano, una película en la que se invirtió 4 millones de dólares, es el filme más costoso que se haya hecho en el Perú, Magaly Solier fue la protagonista.

¿Alguna vez el empresario y el director de cine se vieron enemistados?
Cuando estrené la película El Acuarelista en Trujillo, decidí ponerme el seudónimo: Daniel Ró. No quería que me vieran como el rector Daniel Rodríguez  dirigiendo una película. Fue gracioso porque en el diario La Industria, en un mismo día salí en la portada como Daniel Ró presentando mi película, y también aparecía en la página de economía, en terno, como rector de la universidad. Era como dos personas con diferente nombre pero era yo mismo, al final abandoné el seudónimo porque no pegó, el DVD de la película salió como Daniel Rodríguez, ya no tengo conflictos.

¿El artista se ha comido al empresario?
Sí, totalmente, cada vez me interesa menos el tema empresarial, hace tiempo que no compro un libro de empresa. Cuando era niño mi padre siempre me impulsó a ser mi propio jefe y he hecho todo lo posible por demostrarle eso. Creo que lo he hecho bien, que cumplí mi tarea. El mundo artístico es ahora lo que me apasiona. No podría trabajar para nadie. Si en este momento todas mis empresas se van a la quiebra, preferiría vender sánguches de pollo en la esquina a trabajar en un banco.

¿Qué más hizo como empresario para cumplir con el mandato de su padre?
Entré en hotelería, la casa donde antes vivía es ahora un hotel, se llama “De Sol y Barro”, estoy buscando venderlo. Hice el grifo Amigo, ese grifo lo hice con Cecilia Mannucci y Ricardo Morel, ahora pertenece a Shell. También estoy metido en minería, soy socio de la minera Chimú.

¿Por qué no se encuentra nada de información sobre ti en Internet?
La verdad es que no me interesa, mi hija me convenció de abrir una cuenta de Facebook pero nunca más volví a entrar. En la computadora solo sé usar Word, Google y enviar correos electrónicos. No tengo más tiempo, me dedico a vivir, a hacer las cosas que me gustan.

A futuro, ¿te ves como un monje budista?
(Daniel suelta una sonora carcajada). No, pero digamos que a medida que pase el tiempo voy a estar más dedicado solamente a escribir y a hacer cine, los negocios van a ir desapareciendo. El año que viene vamos a filmar un thriller psicológico con elementos de terror llamado El Vientre. Cinecorp también va a incursionar en televisión con una serie novelada de 40 capítulos. Pero a mí me interesa en primer lugar la literatura. Tengo un libro de cuentos listo para ser publicado, se llama “La chica del tenis” y estoy terminando de escribir una novela.



FRASES PARA NO OLVIDAR

El empresario debe encontrar espacios, una demanda que no está siendo atendida, ese es un espacio para actuar, para crear algo. El empresario que piensa que está buscando el dinero como un fin, no lo va a encontrar nunca.

Al alumno le interesa un pepino quién es el rector, los decanos, los convenios. Lo único que le interesa es que el profesor que le toque le transmita algo que sea útil, y también que los equipos que tiene la universidad funcionen y le sirvan para poder hacer sus trabajos, nada más.

Mi hija me convenció de abrir una cuenta de Facebook pero nunca más volví a entrar. En la computadora solo sé usar Word, Google y enviar correos electrónicos. No tengo más tiempo, me dedico a vivir, a hacer las cosas que me gustan.

El empresario tiene que ser desprejuiciado, buscar cómo solucionar problemas a un grupo de personas, o cómo crearles una nueva necesidad, mirar las cosas y cuestionarlas todo el tiempo, y ver qué es lo que está faltando.

No podría trabajar para nadie. Si en este momento todas mis empresas se van a la quiebra, preferiría vender sánguches de pollo en la esquina a trabajar en un banco.