martes, 14 de mayo de 2013

Vivir con cáncer - Primer Post

Después de algunos días de encerar-pulir este amargo texto, espero que no sufran ni se sientan mal. Débiles de espíritu, abstenerse. Quise plasmar la angustia y confusión de los primeros días. That’s it. Espero que les guste el happy ending estilo cine independiente.

Si ya es feo que te digan que tienes cáncer, es más feo que te digan que tienes un cáncer muy agresivo y solo te quedan siete meses de vida. Este ha sido el golpe más fuerte de mi pequeña existencia, y justo me lo dijeron en semana santa. ¿Como para reflexionar y entregarme en cuerpo y alma al señor? No, felizmente no, todavía. Justo me lo dijeron en semana santa cuando los doctores se toman el jueves y viernes santo libre porque el feriado se respeta, y la fe de los desahuaciados puede esperar un par de días, total, el único que se muere en semana santa es Jesús.

Yo estaba triste, naturalmente triste, siempre he tenido muchas ganas de vivir y de gozar la vida a plenitud. Sobre todo lo segundo. Y las noticias eran cada vez menos alentadoras. El cirujano que me hizo la biopsia recomendaba que ni siquiera intentemos las quimios, que vaya a mi casa y viva lo más feliz y tranquilo que pueda los meses que me queden por delante. Mi hermano mayor que vino de Lima con su esposa y dos hijas de uno y cuatro años para enterarse de esta horrible noticia buscaba en internet con los resultados de mi biopsia en la mano y todo lo que encontraba era más desalentador. Es un tipo muy raro de cáncer y está muy avanzado, por lo menos ha estado tres años alojado en tu cuerpo. Está en tercera fase. (Para esto no tenía ni idea de cuántas fases tiene el cáncer). Son muchos tumorcitos del tamaño de canicas el más grande de 10 cm y están esparcidos de manera libre por toda la cavidad abdominal. Solo ha habido doscientos casos de ese tipo de cáncer en el mundo y cinco en el Perú. El máximo de tiempo que ha vivido una persona con este cáncer fue de cinco años...

Lo único que me tranquilizaba es que yo recibía todos estos "datos" de mi enamorada que era la única persona que tuvo el valor suficiente de decirme la verdad. La adoro. Ni mis padres ni mis hermanos ni el cirujano que me operó. Pienso que es injusto que nadie hable con los pacientes, que los doctores no sean claros, que la familia se lo trague todo. Prefiero vivir con la certeza de saber todo sobre mi enfermedad que en la angustia de no saber nada. Ese debería ser un derecho universal. Sobre todo cuando uno es adulto. ¿De qué sirve la mentira más que para entorpecerlo todo? Nunca me sentí más orgulloso de mi enamorada que ese día.

De momento nadie se atrevía a decirme, sabes qué, tienes siete meses de vida. Bueno, el cirujano ni siquiera pudo decírselo directamente a mis padres. "Prepárense para lo peor, siempre los mejores se van primero", fueron algunas de sus frases de consuelo. Todo esto lo sé gracias a mi enamorada, y gracias a que el cirujano sí habló con ella con toda claridad. "Tú debes ser la que prepare a la familia para esta noticia". No imagino qué pudo sentir, hasta ahora lo peor que le ha pasado fue la muerte de su perrito, del que todavía no puede hablar sin derramar una lágrima. Y esto no es broma. Cuando ella se reunió con mi familia, con todo el valor del mundo expresó las palabras que el doctor le había transmitido, mi hermano mayor ya lo sabía todo buscando en internet con amigos, doctores y conocidos que sabían del tema.


Jueves Santo
Toda mi familia ya sabía, y todos sabían que yo sabía, pero nadie me decía nada. Llegó la tarde del jueves santo, la hora de visita en el hospital Lazarte de Trujillo. Llegó mi hermano mayor a verme, yo estaba sentado en mi cama frente a la puerta, lo vi, él me vio, no pude evitar que los ojos se humedezcan. Nos miramos, él sentía lo mismo, nos abrazamos. Yo sabía que él sabía que yo sabía, él sabía que yo sabía que todos sabían, y no nos dijimos nada. Cualquier palabra hubiera significado una explosión de lágrimas innecesarias. Entró su esposa, mi cuñada, mi hermana, nunca la había sentido tanto mi hermana pero ese día la tomé de la mano y lo supe.

Fueron llegando más visitas, alguna señora vecina del barrio donde vivimos, alguna madre de familia del colegio donde trabajo. Estaba destrozado de ver a mi hermano tan triste pero no me podía tirar a llorar, felizmente él hizo lo mismo y soportamos juntos tan feo momento.

Al día anterior, miércoles en la tarde, me dieron una bonita sorpresa. Todavía no teníamos los resultados de la biopsia, eso llegó por la noche. Mi enamorada me avisó que mis padres iban a traer a mi hijo al hospital. Hacerlo pasar fue complicado. Peleando con vigilantes, intentando por emergencias, por consultorio externo, por maternidad. Y al final entró por la puerta de visita escondido entre varias personas, felizmente es flaquito.

Yo estaba en un hospital público y sabía que él no podía entrar a mi cama, pero salí al pasadizo para hablar con el guardia que vigila la sala de espera. Le dije hola amigo, tengo un hijo de cinco años y hoy va a venir a visitarme. Me miró midiendo cada palabra, cerrando los ojitos y mostrando los dientes con gesto de pena e impotencia: hijo, cinco años, venir a visitarme. Sabes que no puedo dejar que entre. Sí, lo sé. El guardia respiró con alivio. Lo sé, pero tal vez yo podría salir a la sala de espera y verlo unos minutos. Ah eso sí, respondió incluso hasta contento, eso sí. Yo era un esqueleto vivo, un animado muerto como dice Calderón de la Barca, había bajado 20 kilos en un mes y me habían operado el sábado y era miércoles y aún me encontraba muy débil. El solo hecho de mantenerme de pie era como un milagro y pude comprender la incomodidad del guardia.

Así fue que salí un ratito, llegó mi hermano mayor con su esposa y con mi Salvador, así se llama mi hijo. Cuando nos abrazamos, mi hermano se abandonó a llorar. Yo no quise hacerle sentir mal, me sentía tan feliz de ver a mi hijo después de tanto tiempo. No quería asustarlo y no estaba asustado. Le mostré mi cicatriz, una pequeña línea de seis centímetros. (Tengo una cicatriz mucho más grande y fea en la barriga de una peritonitis de hace veinte años que no le asusta.) La pequeña línea de la biopsia no le asustó. Le dije me han operado del estómago por comer muchas golosinas, no debes comer muchos dulces, ¿ya?. Le interesó mucho la vía de mi brazo izquierdo por donde ponen el suero a la vena. Esta es una vía por donde los doctores me ponen todas las medicinas directo a mis venas para sanarme lo más rápido posible y salir de este hospital. Felizmente el primero que se aburrió fue él, estaba un poco apurado porque sus primitas, las hijas de mi hermano mayor estaban esperando afuera y Salvador adora a sus primitas y las pocas veces que se reúnen es muy difícil separarlos. Discúlpame, se levantó como todo un caballero, tengo que ir a ver a mis primitas. Yo me moría por correr a echarme otra vez en mi cama, me dolía todo. Nos dimos otro abrazo y fue muy lindo.


Viernes Santo
Por la mañana estaba triste, no podía evitar estar triste echado en la incómoda cama con la mirada perdida. De siete a once de la mañana los pacientes estamos solos. No se permite que nadie entre. La enfermera de turno, una señora alta de cabello corto y ondulado me dio unas palabras de aliento. Luego hizo más que eso. Se acercó a la salita de espera donde estaba mi enamorada esperando que sean las once para poder entrar, o que el guardia se apiade de ella y que, aceptémoslo, era feriado, supuestamente los pacientes están solos de siete a once porque es lo que dura en teoría la visita médica, pero era feriado y ni siquiera había visita médica. La enfermera se acercó a mi enamorada y le preguntó: ¿Qué es lo que tiene su paciente? Se le ve deprimido, a nosotras no nos dejan ver las historias médicas. Ella le contó que el resultado de la biopsia solo me daba siete meses de vida.

La enfermera tuvo una idea, ¿por qué no salen un rato a caminar por el hospital? Hay una capilla, pueden rezar. La idea fue muy buena, salí un rato, di unas vueltas, estaba súper flaco y súper pálido pero hacía solcito y me gustaba. La capilla era bonita y el hospital tenía algunos jardines simpáticos, sin embargo yo me sentía débil, solo fue un ratito luego regresamos adentro.

Por la tarde, hora de visita, llegaron bastantes personas a visitarme y el guardia mismo me pidió que mejor salga yo otra vez a la salita de espera. Fue la mejor idea del mundo. Mi hermano mayor llegó a contar hasta 33 personas, éramos el 80% de todas las personas que estaban en la salita de espera. Amigos, familia, tíos, tías, vecinos, familia de mi enamorada, primos, felizmente había primos, estaban todos ahí y yo estaba afuera. Qué rápido corren las malas noticias. Sin embargo, me sentí querido y estaba contento y mis hermanos me hacían reír y yo estaba riendo bastante, riendo de verdad, y nadie entendía nada pero también estaban felices, tal vez pensaban encontrar un funeral y se chocaron con mi obstinada felicidad.


Sábado de Gloria
Había una esperanza, siempre la hay. El cirujano que me operó lo había dicho bien claro: Yo recomiendo que vaya a su casa y viva tranquilo lo que le quede de vida, sin embargo, esta es solo mi humilde opinión. (Justo el año pasado le detectaron cáncer de páncreas a su cuñado que también es cirujano, y con todos los cuidados y consejos de doctores de todo el mundo, solo pudo soportar siete meses. Justo el mismo tiempo que me quedaba a mí. Y la quimio te ayuda pero también te destruye, pues). Sin embargo esta es mi humilde opinión, tenemos que esperar que el oncólogo estudie bien su caso y él tendrá la última palabra. Él es el especialista.

Esa era nuestra esperanza, y esa esperanza tendría que despejarse hoy sábado que ya no es feriado y el oncólogo tiene la obligación de venir a verme y estudiar mi caso porque, que se sepa, Cristo no hizo nada importante el sábado para declararlo feriado y sin embargo tiene el nombre más bonito de todos los días de la semana santa: Sábado de Gloria.

El médico interno que estaba siguiendo mi caso en el día a día, incluso feriados, pasó temprano por mi cama y me prometió que iba a hacer todo lo posible por que el oncólogo venga a ver mi historia médica para plantear un tratamiento. Le agradecí. Pero a las diez y tanto de la mañana volvió a venir y me dijo que no va a ser posible, que el oncólogo recién podrá venir el lunes. Le volví a agradecer, sobre todo por la consideración de avisar. Estaba con mi enamorada y el solcito brillaba sobre los árboles que veía a través de mi ventana, así que decidimos dar otro paseíto. Esta vez no avisamos a ninguna enfermera, solo al vigilante que también ya sabía todo. Mi mamá estaba sentada en la salita de espera echando una siesta. Las dos no podían entrar a la vez porque solo se permitía un familiar por paciente. Estuvimos un rato sentados junto a ella pero la banquita de la sala de espera era tan incómoda que mi adolorida espalda no podía soportar. Fui dar una vuelta con mi enamorada, la conversación transcurrió sobre la ironía de la vida. Yo entré al hospital pensando que lo que tenía era un cuadro de obstrucción intestinal y que en el peor de los casos tendrían que extraerme parte de mis intestinos con una cirugía a estómago abierto. Me sentía tan mal de pasar otro año más recuperándome de otra operación. Todo el año anterior me la había pasado recuperándome de una operación al testículo derecho, un año y medio para ser exactos. Y luego esto, justo cuando ya me había recuperado del todo y podía seguir mi vida con normalidad, trabajar,  nadar, salir a correr con mi hijo. Me puse bastante triste, tenía que posponer todo otra vez un año más, sin embargo, oh ironía, ahora todo lo que me quedaba era precisamente ese año.

Quiero vivir a plenitud, quiero conocer todos los hermosos lugares del Perú que nunca visité de puro haragán y tacaño, quiero conocer mi país y La Libertad. Quiero visitar Otuzco y decirle a la virgen de la Puerta que es una cabrona porque mi hermano Sergio caminó el año pasado por mi salud, y lo hizo con fe y ahora esto, pero no hay roches porque no soy rencoroso e igual prometí este año ir caminando y si mi cuerpo puede lo haré. Quiero ir a Huamachuco y conocer al Cristo de Marcabalito. Quiero también llegar hasta Piura y visitar al Señor Cautivo de Ayabaca que vino a visitarme y puso de muy buen humor a mi madre. Me cae bien el Señor de Ayabaca, habían muchas imágenes de él en el Hospital y de lejos parece Darth Vader. Mi madre ofreció otro viaje a Buenos Aires, no se me había ocurrido, pero con ese presupuesto podía viajar a Piura, Tumbes, Cajamarca. Quiero conocer la selva, el amazonas. Y por el sur llegar a Machu Picchu, conocer el Lago Titicaca, tal vez hasta Bolivia. Siete meses, tal vez más, quería vivir, desechar todo lo que no tiene sentido, pero tengo dos proyectos que debo acabar antes del fin.

PRIMERO
Tengo que terminar los libros Happy Children, proyecto para enseñar inglés a niños de 3, 4 y 5 años con productos reciclados y basándose en la realidad peruana y en el Diseño Curricular Nacional. Son seis libros de los cuales tenía listo los tres primeros y los otros tres por corregir. Y luego llevarlo a la imprenta donde soy consultor en la cual ya aprobaron producirlo e imprimirlo. También ya tengo un distribuidor de libros de inglés que es mi amigo y se entusiasmó con la idea y me dijo que podía distribuirlo en todo el Perú. Este es mi legado más importante para la educación de mi país. Llevo varios años trabajando en educación y trabajando como profesor de inglés, me especialicé en inicial porque disfruto más de la auténtica compañía de los niños que del aburrido letargo de los adolescentes. Este proyecto me ha llevado a Argentina, Brasil y tiene invitaciones para España, México, Colombia y Uruguay. ¿Apoyo de alguna empresa privada o del estado? Ja, buen chiste. 

SEGUNDO

También tengo que terminar de escribir mi libro de ciencia ficción. Son 23 cuentos de los cuales solo tengo escritos ocho. ¿Podía escribir todos los demás? Cada cuento si en verdad era sencillo, significa bastante investigación porque la mayoría de temas y personajes históricos son totalmente desconocidos para mí. Yo tengo escrito el esquema completo del libro con el argumento de todos los cuentos que me faltan por escribir. Tal vez podía escribir lo que pueda hasta morir, dejar algunos cuentos incompletos. Soñaba con ser Novalis y este libro sería mi Enrique de Ofterdingen de la ciencia ficción. Por las noches en lo único que pensaba era en mi libro, escribí a mano el inicio de un cuento. Escribí en mi mente el final del libro, el último párrafo del último cuento. Qué maravilla cuando encuentras las palabras exactas para tu gran finale y no se te olvidan. Esos pequeños detalles me llenaban de optimismo.


**
De pronto algo extraordinario pasó. El paseíto pudo durar más que el del día anterior, pero decidí que lo mejor era regresar un rato a sentarme junto a mi madre, ella es la persona que más tranquilidad me daba, siempre alegre, como si no estuviera pasando nada. Cuando llegamos la encontramos también así, roncando a sus anchas, durmiendo sentada allí en la banquita. Nos sentamos a su lado. Ella se despertó contenta. A los pocos minutos escuché unos gritos que venían de adentro. ¿Qué estará pasando? Luego las voces se hicieron más nítidas, eran las enfermeras y estaban gritando mi apellido: ¿Señor Cabrera?, ¿Señor Cabreraaaa?

Ups, no avisamos a ninguna enfermera. Entramos rápido y luego me vieron y se sonrieron. Pensamos que se había escapado. Acá está el oncólogo, ha venido a ver su caso.

Pasó lo que nunca sucede en un hospital público y a mí me parecía extraordinario: que las cosas sucedan a tiempo. Llegué a mi cama, esperé varios minutos, el especialista estaba en enfermería leyendo detalladamente todo mi historial.

Cuando por fin se me acercó, al comienzo parecía que no quería decirme mucho. Era un tipo frío con lentes y ojitos chinitos pero fríos. Cara de estoy aburrido y tengo prisa. Quisiera saber si sabes más o menos, ejem... Sí, lo sé todo, dígame lo que tenga que decir. Bueno, dijo con bastante rapidez, en este caso tu cáncer está bastante avanzadito así que tenemos que empezar con las sesiones de quimioterapias lo antes posible... (dijo muchas cosas que ya no recuerdo, seis sesiones cada tres semanas, trasladar a oncología el lunes, agresivo, atacar con todo, evaluaciones, etc.). Pero, espere... le espeté cuando ya estaba girando los talones para irse, creo que mi familia ha decidido que no vamos a tomar las quimios. Bueno, tienen que comunicarlo de una vez porque las camas en oncología son bien peleadas. Pero usted me dice que las quimios sí van a ser efectivas. Claro que sí, eres joven y tenemos que intentarlo. Ya se estaba yendo otra vez cuando entró mi padre, imaginé que lo llamé con la mente y él vino corriendo desde mi casa tipo Flash. Empezaron a hablar sobre las quimios, mi enamorada salió con ellos, me quedé solo un rato. Mi papá regresó con una sonrisa. Mi enamorada fue otra vez la más honesta. Los doctores dicen que la quimioterapia va a prolongar tu tiempo de vida de siete meses a dos años. Todos estábamos llenos de felicidad.

Dos años podían convertirse en cinco, en diez, ¿por qué no en veinte? ¿Para qué quiero vivir más? Nunca me ha gustado la idea de ser un anciano. Además mi madre también tuvo cáncer a los 41 años y estuvo seis meses en el hospital Rebagliati cuando vivíamos en Barranco en la capital, y yo aquí unas semanas con la espalda destrozada, y a ella le dieron seis meses de vida y tenía cuatro hijos el menor de menos de un año y yo tenía siete y no recuerdo mucho, pero siempre lo cuentan. Eso sucedió hace 21 años. Y yo tengo 28 y un hijo de cinco y quiero vivir y puedo ser tan fuerte como mi madre y el destino es una ruleta rusa y nadie tiene la vida comprada es verdad, pero prefiero morir sin enterarme, pero de alguna manera, siempre quise saber cuándo moriría y ahora lo sabía y no era bonito y todo daba vueltas y era confuso pero estábamos felices porque dos años podían significar muchos más.

Felizmente llegó mi prima que es enfermera y trabaja en Lazarte para despejar como siempre todo el caos. Deben confiar en ese oncólogo, no lo conozco, no es mi amigo, pero sé que es el mejor que tenemos aquí, es muy respetado. Pensé que tú habías ido a buscarlo para que venga porque nos dijeron que iba a venir el lunes. ¿Estás loco? yo no tengo confianza con él, dijo sonriendo, es un doctor muy serio,muy parco, pero es el mejor, deben confiar en él.

Punto. Se acabó. Voy a aguantar todo lo que venga con tal de prolongar mi sonrisa.

Ese día más tarde, me encontraba de nuevo en la sala de espera con los amigos y familiares, esta vez habrá habido unos veinte. Estábamos muchísimo más felices que el día anterior. Hay un montón de gente que les dan menos de un año y viven cinco, diez. Con dos años tengo para rato. Para mí el alivio principal es que en dos años sí iba a tener tiempo de terminar de escribir mi pequeño y complicado libro de ciencia ficción. Mi hermano mayor me dio su smartphone, insistía en que escriba algo en mi muro de Facebook.

Vamos a enfrentar el cáncer...

¿Vamos? debí escribir voy... quería pensar esto pero no lo llegué ni a pensar porque junto a mí estaba mi enamorada, la mujer que amo y me ama y estuvo conmigo todos los días, también estaban mis padres, los eternos luchadores, y toda mi familia, y mis amigos, mis hermanos que se quedaron haciéndome guardia todas las noches: Paco, Sergio, y también Julio, Lita y Nancy que también son mis hermanos. Vamos está bien.

Vamos a enfrentar el cáncer con lo que más le duele...

Escribía torpemente y no sabía qué quería decir hasta que lo escribí.

Vamos a enfrentar el cáncer con lo que más le duele: UNA SONRISA

De pronto una lágrima se escapó de mí casi imperceptible pero pude desaparecerla con un pequeño movimiento de mano por mi mejilla antes que nadie se diera cuenta. La frase les gustó a todos. En menos de un minuto ya tenía treinta likes y comentarios que leería otro día. No esperaba menos de ti. Dijo mi hermano mayor y me abrazó. Ese mismo día me trasladaron a oncología.

Vamos a enfrentar el cáncer con lo que más le duele: UNA SONRISA

Felizmente nadie sabrá con cuántas lágrimas.

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EL HÍGADO DE AQUILES, BYE YE

Hasta el día de hoy este blog se llamó El Hígado de Aquiles, a partir de ahora se llamará Vivir con cáncer.