sábado, 18 de junio de 2011

Cuarta carta a mi hijo Salvador Armando

Cuando tu abuelito me llamó, yo estaba en clase de periodismo literario, fue miércoles, era medio día. Con solo oír su voz pude darme cuenta de que algo malo había pasado.

-Dímelo
-Se trata de Salvador.
-¿Qué le pasó?
-Ha tenido un accidente.

Son esos momentos que sabes que irremediablemente van a pasar pero nunca crees que te van a suceder a ti. Los rodeos de tu abuelo para contarme lo que te había pasado solo servían para ponerme más nervioso.

-No lo sé con exactitud, mejor que te lo cuente Nancy, ella llamó para avisarme.

Nancy, mi hermana mayor, vi sus llamadas perdidas en mi celular pero no le había dado mucha importancia hasta ese momento.

-Dímelo tú
-No es tan grave...

Al fin pude volver a respirar.

Estabas en la puerta de tu salón de clase, tus compañeritos jugaban en el recreo, una niñita sin darse cuenta de que tenías los dedos en el marco de la puerta, la cerró con fuerza. La uña de tu dedo pulgar de tu mano izquierda se desprendió violentamente, con ella un puñado de sangre. Según tu abuelo ya te encontrabas bien, hablé con Nancy para corroborar la historia, yo tenía clases hasta las 7 de la noche, falté unas horas, hablé con tu madre, compré las medicinas, me dijo que estabas bien pero que habías perdido mucha sangre, no me dio tiempo para verte, tenía que volver a la universidad.

Cuando yo tenía 4 años y vivíamos en Santa Clara, distrito limeño que está camino a Chosica, a mí se me cayó una tapa de desagüe en un pie, no recuerdo cuál. El peso de la tapa de fierro ocasionó que la uña de mi dedo gordo se desprendiera violentamente de mi cuerpo.

Tu abuelita cree que es imposible que yo lo recuerde, "Te acuerdas porque te lo hemos contado", y puede que sea verdad, pero sí recuerdo mi pie sangrando, sentado en un bus junto a la puerta del cobrador, ella me llevaba a alguna clínica.

Recién pude verte el viernes en la mañana, teníamos clase de inglés, soy tu Teacher Martín y eso me permite verte un día más a la semana, estabas muy asustado y no querías quedarte en tu salón, gracias por abrazarme, gracias por dejar de llorar, gracias por sentarte en tu mesita un rato y colorear tu librito de inglés por mí, gracias por sonreír, por ser tú el que vengas a verme a mí cuando debió ser al revés. Le pedí a tu abuela que te visite en la tarde para que te cure del susto. Cuando ella regresó me dijo: "Salvador es muy fuerte, ha salido a ti".

Yo no soy fuerte Salvador, tal vez esa uña que se desprendió de mi dedo gordo del pie cuando tenía 4 años fue el primer accidente de muchos por los que tuve que pasar.

Un año después cuando ya vivíamos en Barranco, tu abuelita se había ido a trabajar, ella era profesora del turno noche de la Gran Unidad Escolar José María Eguren donde yo estudiaba en las mañanas. Ella había salido y yo me quedé con tu abuelito, creo que estábamos solos, yo quería salir a jugar, lloraba en la puerta de mi casa, tu abuelito no pudo más y me dijo, "ya está bien, sal un ratito, pero no demores". En verdad yo solo quería salir de la quinta donde vivíamos en Barranco, llegar a la puerta, ver la pista, los carros pasar y regresar. Y eso estaba haciendo, regresaba saltando, y a menos de 15 metros de mi casa se me cruzó el perro de una vecina, y como yo estaba saltando, le pisé la patita, entonces el perro saltó sobre mí, me dejó la cara llena de cicatrices, algunas de ellas aún se pueden apreciar como la que parte mi labio superior. No recuerdo nada más.

En otra oportunidad me estrellé la ceja en una pared salpicada de cemento. Estaba jugando a las chapadas con los amigos de la quinta y resbalé, calculo que tendría 6 o 7 años. No me dolió el golpe, pero todos se me quedaron mirando, luego vi cómo caía la sangre por delante de mi ojo derecho, caía mucha sangre, solo en ese momento empecé a llorar y me fui a mi casa. Me pusieron 20 puntos. Esa cicatriz divide mi ceja derecha y es la que más detesto. A los 8 años me operaron del apéndice, es una larga historia, pero me dejó tres enormes cicatrices en la barriga. Tengo otra cicatriz en la mejilla izquierda, estaba en la sala de mi casa y me caí de cara frente a una mesa triángulo, una de las puntas de esa mesa se estrelló contra mi mejilla.

Un amigo del cole, Daniel, que estudió conmigo desde primer grado de primaria hasta la promo, me contó hace un par de años que cuando éramos niños me decían el hombre chuzo, jerga limeña que significa cicatriz. Yo no recuerdo nada de eso, puede que lo hayan dicho a mis espaldas. Mis amigos de la quinta me decían gato, mi familia me dice Nino, algunas vecinas con cariño me decían Minino. Pero en verdad en mi familia me dicen Nino porque cuando nací todos me decían Niño menos tu tío Paco, que me lleva dos años y medio y no estaba en edad de pronunciar la letra Eñe. Esa es toda la explicación.

Tú me dices Papá Nino, es inexplicable porque tu mamá me llama Martín o me llama Aquiles, por no mencionar otros adjetivos menos amables que ya irás comprendiendo con el tiempo. Pero tú me dices papá Nino, "escúchame papá Nino, escúchame" y yo te escucho e intento explicarte que a tu edad ya debes hablar correctamente y me apeno por no poder estar contigo más tiempo y me haces reír y me abrazas y me pides que no me vaya con cariño.

Yo no soy fuerte Salvador, tenía conciencia de que todos esos accidentes que tuve habían sido mi culpa porque me había portado mal, y tenía que aguantar lo mejor posible el tratamiento para recuperarme rápido y no fastidiar a mis padres con mis lloriqueos. Mi mamá me decía estoico, mi mamá que es la verdadera Hombre fuerte de la familia.


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Hay una película llamada Red Dragon, una precuela de El Silencio de los inocentes. Recuerdo una escena en que Anthony Hopkins le dice a Edward Norton que había recibido un balazo, "Felicidades, ya tienes tu primera cicatriz, nunca olvides cómo sucedió, las cicatrices son la única prueba de que el pasado existe, de que el pasado fue real". La estoy citando de memoria, no he podido encontrar esa escena en el youtube ni tengo la película a la mano.

En El Conde de Montecristo, el libro que marcó mi primera infancia, el soldado Morrel al borde del suicidio es detenido por el invencible brazo de Edmond Dantés. En ese momento Morrel le increpa, tú eres un súper hombre, no eres de este planeta. Y Edmond le responde: vengo de un planeta llamado dolor. Lo estoy citando de memoria, no tengo el libro a la mano.

A la semana siguiente que te visité me dijiste "Mira papá Nino, ya está sanito mi uña". Por supuesto que tu uña va a crecer y tal vez no te deje ninguna cicatriz visible, tu madre te ha cuidado muy bien, este accidente solo ha sido tu primer encuentro con el dolor físico y con la sangre. Irremediablemente y aunque yo haga todo para evitarlo, tendrás muchos encuentros más. El dolor es un amigo sincero que nos recuerda que la vida es difícil y eso es bueno.

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Hace unas semanas asistí a un concierto sinfónico, La orquesta de barro en el teatro municipal. Cuando tocaron la canción de La vida es bella, no pude evitar que un par lágrimas se me escapen. Vi esa película cuando estaba en 4to de secundaria, la vi solo en mi casa de Barranco, la estaban pasando en un canal de cable, mis padres ya vivían en Trujillo y yo me pasaba todas las tardes solo porque tu tío Manuel estudiaba y trabajaba hasta tarde. Las palabras finales de esa película me destrozaron el corazón y siempre lo hacen: "Esta es mi historia, ese es el sacrificio que hizo mi padre, aquel fue el regalo que tenía para mí".

Hace una semana, el sábado 11 de junio a las 7:56 de la noche nació la segunda hijita de tu Tío Manuel y esa ha sido una gran alegría para todos nosotros, se llama Azucena del Pilar, Azucena por tu abuela y Pilar por tu tía Pilar, mi cuñada, la esposa de mi hermano mayor. Tu abuelita está en Lima acompañándolos, este día del padre la paseremos con tu abuelito, tu abuelito que te dice cariñosamente Salvador, hombre de Dios, tu abuelacho que te dice cariñosamente Salvatore!

La pasaremos bien los tres junto a tus tíos Paco y Sergio

Tú eres nuestro premio Salvatore.




sábado, 30 de abril de 2011

A Sabato, con cariño

Traté de explicarles mi crisis espiritual,
y de convencerlos de que mi verdadera vocación era el arte,
apenas lo comprendieron, ya que para esos hombres,
la ciencia es la creación suprema del hombre.
Guido Beck atribuía mi decisión a la ligereza sudamericana,
y Gaviola dijo que me perdonaría si algún día lograba escribir
una obra como 'La montaña mágica'.
Pobre Gaviola, creo que nunca supo que la lectura
de 'El Túnel' lo impresionó al propio Thomas Mann
según anotó en un volumen de sus diarios.
Antes del Fin. Ernesto Sabato.


Desperté a las 11 de la mañana el día de hoy, estuve conversando con mi hermano Sergio hasta pasado el medio día. Me enteré de la muerte de Sabato por el twitter, a través de un mention de Vanessa Romo. Este 2011 Sabato iba a cumplir 100 años.

Hace 10 meses yo estaba en Buenos Aires, era 24 de junio, y había soñado que llegaba a la estación de Santos Lugares, pasaba por un túnel lleno de ratas, mucha gente pasaba conmigo, y llegábamos a un paraíso, un boulevar con casas maravillosas donde todo era una alegoría sobre la vida y obra de Sabato, incluso había personas que cuando les decía que yo era peruano me hablaban de Luchito Hernandez. En ese hermoso sueño también estaba Vannesa.

Esa mañana me desperté muy temprano, y en las noticias anunciaban el cumpleaños 99 de Ernesto, fue una extraordinaria coincidencia. Pero ya estaba tres meses en Buenos Aires, y ya me había acostumbrado a esas extraordinarias coincidencias. Pensé que no podía dejar pasar un día más. Tenía que ir a Santos Lugares.



Esta fue la primera foto que tomé en la estación al llegar. El sol brillaba pero el día era frío. Debajo de mi casaca de cuero llevaba una chompa de lana y dos polos. La barba de dos semanas y las manos siempre en los bolsillos aunque las sacaba a menudo para encender un Philip Morris y otro.

Estaba fascinado, yo vivía a 5 cuadras de la estación de Villa del Parque. Durante todo este tiempo solo me separó de Santos Lugares menos de 10 minutos en tren. a 0.80 centavos el pasaje, menos de 50 céntimos. Me sentí mal conmigo. Nunca me animé a ir hasta ese día. Fue Jueves.



Llevé conmigo 'Antes del fin' lo iba leyendo mientras me acercaba al pueblo donde quedaba la mítica casa de Ernesto. A la mítica estación donde siempre he escuchado hablar que Luchito Hernández murió.


No había nada cuando llegué, y no se parecía en nada a mi sueño. El sol me quemaba la cara, pero el viento frío me congelaba las manos. No era un lugar turístico ni mucho menos. ¿Dónde quedaría la casa de Sabato? Ni siquiera me animaba a preguntar. Caminé junto a las rieles del ferrocarril, era el único ser humano que tomaba fotos. Me dio un poco de miedo. Estaba solo. No sabía para qué lado de la estación había fallecido Luchito Hernández, caminé por ambos lados.





Me parecían muy curiosas siempre estas coincidencias, pero que la línea de ferrocarriles se llame San Martín me pareció una buena señal. Puede que mis fotos parezcan bonitas, pero yo estaba en un pueblo fantasma. Por un lado de las vías del tren habían pampas, para el otro casas pobres. No sabía dónde quedaba la casa de Sábato. Caminé sin rumbo.








Sí, la plazuela que me recibió era bella. Pero estaba casi vacía. Seguí caminando y fumando sin hablar con nadie. Recordé cuando Gonzalo Rojas, el genial poeta chileno que falleció hace unos días, estuvo en Trujillo. "He venido a olfatear a Vallejo". Intenté hacer lo mismo con Sábato. Seguí caminando y fumando sin hablar con nadie. La iglesia de Santos Lugares era impresionante.


A sus pies había una gruta de la virgen de Lourdes. Mi madre estaría extasiada en este lugar. Pensé mucho en ella. Por más que me alejé no pude tomar una foto completa de la iglesia. Al comienzo no quería entrar. Pero seguí pensando en mi madre. Unos días antes, en la Catedral de Buenos Aires, junto a la tumba de Don José de San Martín, encontré un espacio dedicado a San Martín de Porres. Cuando yo estuve enfermo y a punto de morir, mi madre le rezaba todos los días a San Martín de Porres por mi salud. Mi madre que ya le había ganado al cáncer.

No podía más que acercarme a saludar a mi paisano. Lo mismo me pasó en la iglesia de Santos Lugares, al ver la gruta recordé la Ermita de junto al puente de los suspiros en Barranco, allá a donde mi madre siempre nos llevaba a jugar mientras ella se acercaba a dejar una limosna y una oración a la virgen. No pude más que tirar mi cigarrillo y entrar.








En esta foto puedes apreciar el tamañito de la puerta, claro, si lo comparas con el de los seres humanos.






Me quedé sentado varios minutos delante de la gruta. Un gato pasó por mi lado. Santos Lugares era bonito, pero entrar a la iglesia era como un viaje a Europa. Ingenuamente pensé que en ese lugar nadie iba a saber dónde quedaba la casa de Sabato. Salí, seguí caminando sin rumbo, pero acercándome un poco a la estación del tren. Tampoco era mi intención perderme. Todos mis sentidos estaban alertas. Ya no tomaba muchas fotos. Me daba miedo también que me roben la cámara que tanto me había costado comprar.

Siempre estaré agradecido de Johnny y de Gloria, la pareja de hermosos peruanos que me recibieron en Villa del Parque, me adoptaron como hijo y cuando, a los tres meses regresé, lloraron al despedirme. Hace un año, un día como hoy, yo estaba paseando por la feria del libro de Buenos Aires, allí fue donde me compré Antes del Fin, junto con otros 30 libros más que me dejaron sin ningún centavo en el bolsillo. Es decir, como de costumbre.

Pensando en esta hermosa pareja de peruanos me topé con otra pareja de argentinos, eran un par de cincuentones, a ellos, no sé por qué, me acerqué y les pregunté: Disculpen, soy peruano, estoy por acá en busca de la casa de Ernesto Sabato, tal vez ustedes de casualidad...

- Sí claro, dijo el esposo, justo venimos de allí, pasamos a saludar por su cumpleaños, en la mañana hubo una ceremonia en la puerta de sus casa. Nosotros recién hemos tenido tiempo de pasar a saludar.

- Sabato es muy querido en el pueblo, agregó la esposa, ahora nos estamos yendo a la iglesia a rezar por su alma.

Sonriendo me indicaron dónde quedaba la casa. Solo a 5 cuadras de donde yo estaba. A cuadra y media de la estación. Sin saberlo, antes, al buscar algún rastro de Luchito Hernández más temprano, había pasado cerquísima de la casa de Sabato.

Frente a su casa había una biblioteca que llevaba su nombre.


¿Cómo no pregunté al llegar a la estación, o dentro de la iglesia? Seguro algunas personas se encontraban rezando por él en aquellos momentos. Me sentí el agnóstico más asqueroso de la historia. Justo antes de llegar encontré una paloma muerta, le tomé una foto, no recuerdo por qué. Nunca hago eso. Pero debía estar alerta a todas las señales posibles.


En vez de una casa me encontré con un jardín de árboles enormes.


Este era el intercomunicador.

Y mediante él me comuniqué con una amable señora a quien le expresé mi saludo de cumpleaños para Sabato. Me agradeció y me despidió amablemente. ¿Entrar? imposible. ¿Para qué? No era necesario. Ahora me sentía yo en un santuario, me daba ganas de arrodillarme y agradecer y dejar mi velita, como me imagino que de ahora en adelante, muchos harán. Una vecina de Sabato de la que no recuerdo el nombre, me contó que ya habían pasado muchos años desde la última vez que lo había visto paseando por las calles del pueblo. Siempre salía a caminar y hablaba con todos. Le pregunté a la señora cuál era su libro favorito de Ernesto.

-El informe Sabato, sin duda. Me respondió. Gracias a ese libro todos pudimos conocer la magnitud de las atrocidades que ocurrieron durante la dictadura. Pero después de ese libro Ernesto jamás volvió a ser el mismo. Tenía el alma atormentada.





Me quedé unos minutos más contemplando la casa desde afuera. Terminé otro cigarrillo. A los pocos minutos se me acercó un policía a pedirme que me retirara. Lo miré con sorna, quise sacar un cigarrillo más, pero se me abalanzó, me dio más risa eso, ¿puede que haya pensado que quería sacar un armar? Hablé con todo el acento peruano que me salió del corazón y le expliqué que era un turista que había venido desde tan lejos solo para conocer la casa de Sabato, en una fecha tan importante como su cumpleaños.

- Bueno, ya está, dijo alzando la voz, ya la vio, ya puede irse. Este es un barrio tranquilo, no queremos problemas.

Esta vez sí me dejó encender el cigarrillo. Caminé hacia la estación. Pasé por dónde ya había pasado junto a las rieles del tren. Ya era de noche y yo andaba sin documentos, había dejado mi pasaporte en casa, es un librito muy incómodo para andarlo siempre en el bolsillo del pantalón y yo era peruano y acá decir que eres peruano es lo mismo que decir que eres ratero.

Por más blanco que seas, me dijo una vez el querido Johnny, para ellos siempre vas a ser un negro de mierda. Esa frase me encantó.



Cosas que escribí en mi twitter:

  • Estoy recorriendo las págs de Antes del Fin al azar, como una vez en el cole me enseñaron a leer la biblia. Sabato, eres un precioso Dios.
  • Hayan o no hayan leído a Sabato, nunca es tarde para encontrarse con el genio de este gran escritor. Háganse un favor.
  • Aunque terrible es comprenderlo la vida se hace en borrador, y no nos es dado corregir sus páginas. Antes del Fin. Ernesto Sábato.
  • Periodista con Kimono, agarra esta flor de Sabato: El escritor debe ser un testigo insobornable de su tiempo con coraje para decir la verdad
  • Uno no puede ponerse de lado de quienes hacen la historia, sino al servicio de quienes la padecen. Antes del Fin. Sabato.
  • Keiko, agarra esta flor de Sabato: No hay dictaduras malas y dictaduras buenas, todas son igualmente abominables como tampoco hay torturas atroces y torturas beneficiosas.
  • Pobre de mí, no sabía que el honorable Dr. Jekyll comenzaba a agonizar entre las garras del satánico Mr. Hyde. Antes del fin, sobre su paso de la ciencia a la literatura.
  • La literatura me permitió expresar horribles y contradictorias manifestaciones de mi alma. Antes del Fin. E. Sabato
  • No hay nadie que haya jamás escrito, esculpido, pintado, construido, inventado, a no ser para salir de su infierno. Antes del fin. E. Sabato
  • Gracias al informe Sábato, hoy están en la cárcel la mayoría de los militares responsables de la dictadura argentina.
  • El autor de El escritor y sus fantasmas es ahora un Fantasma.
  • El autor del Informe Sábato, conocido como el "Nunca Más" o viceversa. Que relató todas las asquerosidades de la dictadura argentina.


Hoy, al enterarme de la muerte de Sabato, me puse triste es verdad, pero me alegré por su descanso. No sé dónde escuché que antes de morir, había que ganarse ese honor. Ernesto se lo ganó con creces.

Buen viaje, viejo.

viernes, 22 de abril de 2011

La noche de mi madre

Estaba sentado junto a mi madre viendo nuestra telenovela favorita. Leyó bien desconcertado lector. Nuestra telenovela favorita se llama Ojo Por Ojo y la pasan por ATV a las 10pm después de Magaly.

Normalmente yo no veo tele y normalmente mi madre duerme a las 10 en punto de la noche. Es así que ya casi nunca nos vemos. A veces solo en el almuerzo. Eso tampoco está tan mal. Lo bueno de mi madre es que siempre me ha dejado ser libre, y ese solo detalle la hace única entre todas las mujeres que han tenido la desgracia de toparse conmigo.

Sin embargo, esta improbable telenovelita nos da por lo menos una hora juntos día a día o noche tras noche que para mí es ya casi lo mismo. Varias veces en este verano yo llegaba de trabajar a las 10 de la noche y mientras almorzaba-cenaba veía con mi mamá lo que ella estaba viendo en la tele, supongo también que ella aplazaba una hora más su sueño para poder vernos aunque sea unos momentos, al comienzo no me daba cuenta, comía rápido y me iba a dormir o a hablar por teléfono o a internet o a cualquier parte.

De pronto una noche, mientras mi madre me sacaba chucaque con sus mágicas manos, me empezó a contar un poco la trama de la telenovela, yo siempre pregunto a mis padres las tramas de las telenovelas que están viendo pero solo para burlarme o dar algún comentario irónico.

La cuestión es que esta novela nos sincronizó a los dos. Y trato casi siempre de no faltar a nuestra cita. Pero anoche, la novela acabó rápido y ella aún no tenía sueño y yo quería seguir un rato a su lado. Recordé que Wendy Ramos, la entrañable vaca descarriada, se iba a presentar en el programa de Carlos Carlín. Le comenté a mi madre como quien no quiere la cosa y le interesó.

En realidad era la primera vez que yo iba a ver ese programa. Entrada con canción de Calamaro, buena señal.

-Ah, está lindo el Carlos Carlín, dijo mi madre, ¿es cierto que se va a casar con Carla García?

Me reí, el tono de su voz era tan cálido, le expliqué que solo era un rumor, que tanto Carla como él lo habían desmentido varias veces, pero que sí son muy amigos.

Luego no sé cuáles habrán sido los procesos cerebrales de mi madre en ese instante, habrá recordado que alguna vez le mostré una foto que me tomé con Carla o qué sé yo. (Mi madre ni siquiera sabe de la existencia del twitter, en su genial sabiduría procura mantenerse alejada de las computadoras por lo menos a unos 10 metros de distancia). La cuestión es que se le ocurrió preguntarme:

-¿Y tú por qué no te casas con Carlita?

Me volví a reír, era la frase más inesperada del mundo, solo atiné a explicarle que 'Carlita' es un poco mayor para mí. (Por no decir totalmente inalcanzable en todo sentido).

-Ah, dijo mi madre, pero parece una chiquilla, se ve tan linda.

Ok, pensé, esto tengo que escribirlo en mi blog para hacer feliz a una de las pocas reinas tuiteras que aún no me abandona.

El twitter es la jungla, y yo era el último mono, un innoble mirón solitario... #lalala


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Al fin apareció Wendy, mi madre abrió sus enormes ojos verde oliva indefinidos e infinitos, y sonrío. Vimos el programa completo, lamentablemente para Carlín, lo único que me gustó fue la presencia de Wendy.

Casi muero con el video del final del último capítulo de Pataclaun, nunca lo había visto y me conmovió mucho, y eso que yo crecí viendo Pataclaun, soy de esa generación, sí Wendy, aunque te joda, tú eres mi Yola. Qué final más triste carajo, acabo de verlo completo en youtube, y me he emocionado hasta las lágrimas. Una de dos, o mi cerebro borró ese doloroso capítulo de mi mente o los dioses paganos me protegieron de ese trauma. Esto es más terrible que la muerte del papá del rey león.

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Luego vino el ranking de los 10 momentos favoritos de la tele para Wendy. Eso fue para mí lo mejor de la noche porque con cada video, los ojos de mi madre brillaban de una manera singular.

Más allá del Chavo, Grease o un recuerdo muy lejano de Ferrando, a mí esos videos no me habían marcado para nada, nunca vi Candy ni la familia Ingals, mucho menos Yola ni Los ricos también lloran, sin embargo, la emoción de mi madre iba creciendo con cada video, el final de Marco encontrando a su pálida madre enferma a punto de morir fue incluso chocante.

Y mientras Wendy y Carlín comenzaron a mencionar a algunos artistas que ya fallecieron. De pronto el semblante de mi madre se ensombreció y la pude distinguir a mi lado con su vestido negro y su rostro lleno de arrugas que se me acercaba y me decía:

-Sabes, Nino, yo aún no supero la muerte de mi hermana.

Su hermana, mi tía Guille, yo tampoco he podido superar esa muerte. Fue una frase bomba. Yo quería pasar un momento bonito con mi madre, fue un segundo entre la lágrima y el abrazo fraterno. Empecé a preguntarle algunas cosas, mientras que en la televisión pasaban asquerosos comerciales por el día de las madres, mi madre y yo teníamos una conversación seria.

De pronto la vi a mi lado, con su reciente artrosis que le está deformando sus deditos, preocupada si hacerle o no una misa a su hermana este año. La animé a que lo haga. Ahí estaba ella, enfermita y todo preocupada por el recuerdo de su hermana. Mi madre, la católica, la linda crespita cajamarquina de ojos claros que nació circunstancialmente en el Callao y eso la ha hecho hincha del Sport Boys hasta los tuétanos, aunque nunca haya vivido en el Callao. Mi madre que vivió escondida sus tres primeros meses de vida en una canasta ya que mi abuela temía la autoridad de su padre.

Una vez, cuando mi madre leyó en los diarios que yo tenía un blog o algo parecido que alguien tiene a través de la internet que se llamaba El Hígado de Aquiles, ella me contó que durante esos tres primeros meses de vida, mientras estuvo escondida en esa canasta, las mujeres que apoyaban a mi abuela la llamaban de cariño "la higadito" porque era rojita, rojita que parecía siempre molesta pero nunca lloraba. Además mi abuela se excusaba ante su padre que estaba mal del hígado para poder pasar tiempo cuidando su canastita. Mi madre que en un inicio de su vida se llamaba Alicia Azucena y pasó a llamarse Reyna Azucena el día que su abuelo la descubrió escondidita y rojita en aquella canasta garciamarqueciana porque una nieta tan hermosa no podía llamarse de otra manera.

Mi madre que nos cantaba canciones maravillosas, y que cuando perdió la voz, me presentó a Neruda, y sus veinte poemas de amor, a través de un libro viejísimo que un alumno suyo le había regalado hace cientos de años y con dedicatoria y todo, de esta manera también me enseñó que ser maestro es mucho más que un intercambio de información vertical.

Mi madre que me hizo amar al Conde de Montecristo contándome lo contenta que ella se ponía cuando de joven leía a Dumas, ella me pedía cariñosamente que le lea en voz alta. Mi madre que lloró conmigo cuando me puse a leerle en voz alta Mi planta de naranja Lima que ella ya había leído miles de veces. Mi madre que era la única que se sentaba a escuchar conmigo mis cassettes de Facundo Cabral y Alberto Cortez. O los primeros CD's que aparecieron en nuestra casa que fueron de Palito Ortega y de Todas las Voces Todas. Mi madre que fue junto a mi hijo las únicas razones por las que volví a Perú.

Mi madre que anoche aprendió a cocinar ese pescado en el programa de Carlín y hoy nos preparó lo mismo pero con filete de pollo, porque mi madre más que católica es contreras, y nunca comemos pescado en semana santa, que para ella todo eso es un sucio negocio y así.

Mi madre a la que hace un tiempo atrás le escribí estos sucios parrafitos:

Mi madre es una mujer conservadora. Con una inteligencia muy aguda, tosuda hasta los tuétanos, no quiere réplicas, si la comida le salió fea, está rica carajo y se acabó, "coman todo" es su primera ley de vida. La segunda, la más importante para ella es "en la mesa como en misa". Por más que nadie le haga caso en ese segundo punto: siempre terminamos carcajeándonos o gritándonos o hablando obscenidades pero juro que ningún almuerzo familiar tiene ningún parecido a una misa. En lo que sí coincidimos sus cuatro hijos (yo soy el penúltimo) es en pensar que su tercera ley es la interpretación de la vida más infinita, sencilla y profunda que pueda haber para todo lo que sea la vida más allá de las puertas de nuestra casa: "Siéntate en tu culo".

No pienses por lo dicho anteriormente que mi madre es una mujer grosera y vulgar, en mi opinión es una madre excelente, aún con mil enfermedades, (ese maldito cáncer que nos robó su voz, nos robó su canto), y con el peso de los años en el alma (esos años cada vez más putos y traidores). Lo de odiar las malas palabras pero decirlas de vez en cuando es solo una de sus excelentes contradicciones. Cuando estábamos en el colegio nos solía decir: "no digan lisuras carajo" y ahora, antes de acabar la universidad, aún se sigue desesperando de escucharnos hablar nuestras exquisitas groserías a la hora del almuerzo, se desespera, se enoja, no sabe qué hacer, por un tiempo nos dijo: "¿qué tanto putamadre y putamadre? sepan bien que su madre nunca ha sido puta" por último nos ha dicho hace poco: "si sus profesores o la gente que admiran dicen lisuras, a ustedes les debe importar una mierda".

Nunca dejó de trabajar, de darnos su sonrisa, su grito, su apoyo, y sobre todo: respetar nuestra libertad, nuestro libre albedrío. Quién sabe si sus únicos defectos sean ser tan sacrificadamente católica o vivir tan moderadamente enamorada aún de Alan García.

Nunca nos inspiró cólera ni odio hacia nuestro padre, siempre nos hablaba encantadoramente de él por más que él saliera a trabajar a las 6 de la mañana y siempre siguiera "trabajando" hasta pasada la media noche, por ella es que adoramos a nuestro padre tanto como la adoramos, a pesar de sus defectos, reconocemos su genialidad.

Recuerdo con lágrimas cuando alguna vez yo, de adolescente, lloraba desconsolado días de días encerrado en mi cuarto por algún desamor juvenil, ella no preguntó, no intentó averiguar nada, tenía mucho que hacer, solo se me acercó y sus únicas palabras fueron: "yo siempre le pedí a Dios tener hijos hombres porque pensaba que las mujeres sufríamos más, ahora me doy cuenta de que no es así, en donde quiera que esté tu dolor hijo mío, solo quiero que sepas que yo estaré ahí para apoyarte".

A mi madre la quiero no porque sea mi madre o porque me haya parido ni mucho menos porque me haya dado de mamar, la quiero porque siempre fue nuestra amiga, siempre se nos adelantaba en todo lo que pensábamos que la podríamos adelantar, leía de la forma más natural posible solo para no quedarse desactualizada, también recuerdo que nos pedía que le leyéramos como si ella fuera la niña y nosotros los narradores de cuentos, llorábamos juntos mientras le leía mi planta de naranja lima o el conde de montecristo; con mi hermano menor solían leer no se lo digas a nadie de Jaime Bayly porque los tabúes para ella son peores que las verdades, y nosotros, sus hijos, no viviríamos engañados nunca de los jamases.

Cocina exquisito, pero con métodos distintos, es homofóbica hasta la indignación y la ira, y babea aún viendo las películas de Paul Newman, sobre todo si está acompañado de Robert Redford.

Azucena, mi vieja, con su tez tan blanca, su ojitos color verde y su gordura de la que siempre le arrancamos alguna sonrisa, siempre será mi queso cajamarquino.

Hoy viernes santo ya nos ha hecho rezar, y cuando mi madre me pide que rece lo hago feliz porque la veo feliz y ella sabe que yo no creo en nada de eso, pero no por eso ella ha dejado de creer en mí.

miércoles, 12 de enero de 2011

Maria Elena Walsh

"Tantas veces me mataron, tantas veces me morí..."

Murió hace unos días y recién con su muerte la conocí. Aunque al parecer, ya la conocía de tiempo.

Yo le hago caso y trasmito este texto a quienes aún no lo leyeron. Nunca se sabe.

La culpa es de los gnomos que nunca quisieron ser ñomos. Culpa tienen la nieve, la niebla, los nietos, los atenienses, el unicornio. Todos evasores de la eñe. ¡Señoras, señores, compañeros, amados niños! ¡No nos dejemos arrebatar la eñe! Ya nos han birlado los signos de apertura de interrogación y admiración. Ya nos redujeron hasta la apócope. Ya nos han traducido el pochoclo.

Y como éramos pocos, la abuelita informática ha parido un monstruoso # en lugar de la eñe con su gracioso peluquín, el ~. ¿Quieren decirme qué haremos con nuestros sueños? ¿Entre la fauna en peligro de extinción figuran los ñandúes y los ñacurutuces? ¿En los pagos de Añatuya cómo cantarán Añoranzas? ¿A qué pobre barrigón fajaremos al ñudo? ¿Qué será del Año Nuevo, el tiempo de ñaupa, aquel tapado de armiño y la ñata contra el vidrio? ¿Y cómo graficaremos la más dulce consonante de la lengua guaraní?

"La ortografía también es gente", escribió Fernando Pessoa. Y, como la gente, sufre variadas discriminaciones. Hay signos y signos, unos blancos, altos y de ojos azules, como la W o la K. Otros, pobres morochos de Hispanoamérica, como la letrita segunda, la eñe, jamás considerada por los monóculos británicos, que está en peligro de pasar al bando de los desocupados después de rendir tantos servicios y no ser precisamente una letra ñoqui. A barrerla, a borrarla, a sustituirla, dicen los perezosos manipuladores de las maquinitas, sólo porque la ñ da un poco de trabajo.

Pereza ideológica, hubiéramos dicho en la década del setenta. Una letra española es un defecto más de los hispanos, esa raza impura formateada y escaneada también por pereza y comodidad. Nada de hondureños, salvadoreños, caribeños, panameños. ¡Impronunciables nativos!

Sigamos siendo dueños de algo que nos pertenece, esa letra con caperuza, algo muy pequeño, pero menos ñoño de lo que parece. Algo importante, algo gente, algo alma y lengua, algo no descartable, algo propio y compartido porque así nos canta.

No faltará quien ofrezca soluciones absurdas: escribir con nuestro inolvidable César Bruto, compinche del maestro Oski. Ninios, suenios, otonio. Fantasía inexplicable que ya fue y preferimos no reanudar, salvo que la Madre Patria retroceda y vuelva a llamarse Hispania. La supervivencia de esta letra nos atañe, sin distinción de sexos, credos ni programas de software. Luchemos para no añadir más leña a la hoguera dónde se debate nuestro discriminado signo. Letra es sinónimo de carácter. ¡Avisémoslo al mundo entero por Internet! La eñe también es gente.

María Elena Walsh.

¿Qué será de la ñata contra el vidrio?
(otro hermoso tango que llegó a mis oídos gracias al salmón)