Después de algunos días de encerar-pulir este amargo texto, espero que no
sufran ni se sientan mal. Débiles de espíritu, abstenerse. Quise plasmar la
angustia y confusión de los primeros días. That’s it. Espero que les guste el
happy ending estilo cine independiente.
Si ya es feo
que te digan que tienes cáncer, es más feo que te digan que tienes un cáncer
muy agresivo y solo te quedan siete meses de vida. Este ha sido el golpe más
fuerte de mi pequeña existencia, y justo me lo dijeron en semana santa. ¿Como
para reflexionar y entregarme en cuerpo y alma al señor? No, felizmente no,
todavía. Justo me lo dijeron en semana santa cuando los doctores se toman el
jueves y viernes santo libre porque el feriado se respeta, y la fe de los
desahuaciados puede esperar un par de días, total, el único que se muere en
semana santa es Jesús.
Yo estaba
triste, naturalmente triste, siempre he tenido muchas ganas de vivir y de gozar
la vida a plenitud. Sobre todo lo segundo. Y las noticias eran cada vez menos alentadoras.
El cirujano que me hizo la biopsia recomendaba que ni siquiera intentemos las
quimios, que vaya a mi casa y viva lo más feliz y tranquilo que pueda los meses
que me queden por delante. Mi hermano mayor que vino de Lima con su esposa y
dos hijas de uno y cuatro años para enterarse de esta horrible noticia buscaba
en internet con los resultados de mi biopsia en la mano y todo lo que
encontraba era más desalentador. Es un tipo muy raro de cáncer y está muy
avanzado, por lo menos ha estado tres años alojado en tu cuerpo. Está en
tercera fase. (Para esto no tenía ni idea de cuántas fases tiene el cáncer).
Son muchos tumorcitos del tamaño de canicas el más grande de 10 cm y están
esparcidos de manera libre por toda la cavidad abdominal. Solo ha habido
doscientos casos de ese tipo de cáncer en el mundo y cinco en el Perú. El
máximo de tiempo que ha vivido una persona con este cáncer fue de cinco años...
Lo único que
me tranquilizaba es que yo recibía todos estos "datos" de mi
enamorada que era la única persona que tuvo el valor suficiente de decirme la
verdad. La adoro. Ni mis padres ni mis hermanos ni el cirujano que me operó. Pienso
que es injusto que nadie hable con los pacientes, que los doctores no sean
claros, que la familia se lo trague todo. Prefiero vivir con la certeza de
saber todo sobre mi enfermedad que en la angustia de no saber nada. Ese debería
ser un derecho universal. Sobre todo cuando uno es adulto. ¿De qué sirve la
mentira más que para entorpecerlo todo? Nunca me sentí más orgulloso de mi
enamorada que ese día.
De momento nadie
se atrevía a decirme, sabes qué, tienes siete meses de vida. Bueno, el cirujano
ni siquiera pudo decírselo directamente a mis padres. "Prepárense para lo
peor, siempre los mejores se van primero", fueron algunas de sus frases de
consuelo. Todo esto lo sé gracias a mi enamorada, y gracias a que el cirujano
sí habló con ella con toda claridad. "Tú debes ser la que prepare a la
familia para esta noticia". No imagino qué pudo sentir, hasta ahora lo
peor que le ha pasado fue la muerte de su perrito, del que todavía no puede
hablar sin derramar una lágrima. Y esto no es broma. Cuando ella se reunió con
mi familia, con todo el valor del mundo expresó las palabras que el doctor le
había transmitido, mi hermano mayor ya lo sabía todo buscando en internet con
amigos, doctores y conocidos que sabían del tema.
Jueves Santo
Toda mi
familia ya sabía, y todos sabían que yo sabía, pero nadie me decía nada. Llegó
la tarde del jueves santo, la hora de visita en el hospital Lazarte de
Trujillo. Llegó mi hermano mayor a verme, yo estaba sentado en mi cama frente a
la puerta, lo vi, él me vio, no pude evitar que los ojos se humedezcan. Nos
miramos, él sentía lo mismo, nos abrazamos. Yo sabía que él sabía que yo sabía,
él sabía que yo sabía que todos sabían, y no nos dijimos nada. Cualquier
palabra hubiera significado una explosión de lágrimas innecesarias. Entró su
esposa, mi cuñada, mi hermana, nunca la había sentido tanto mi hermana pero ese
día la tomé de la mano y lo supe.
Fueron
llegando más visitas, alguna señora vecina del barrio donde vivimos, alguna
madre de familia del colegio donde trabajo. Estaba destrozado de ver a mi
hermano tan triste pero no me podía tirar a llorar, felizmente él hizo lo mismo
y soportamos juntos tan feo momento.
Al día
anterior, miércoles en la tarde, me dieron una bonita sorpresa. Todavía no
teníamos los resultados de la biopsia, eso llegó por la noche. Mi enamorada me
avisó que mis padres iban a traer a mi hijo al hospital. Hacerlo pasar fue
complicado. Peleando con vigilantes, intentando por emergencias, por
consultorio externo, por maternidad. Y al final entró por la puerta de visita
escondido entre varias personas, felizmente es flaquito.
Yo estaba en
un hospital público y sabía que él no podía entrar a mi cama, pero salí al
pasadizo para hablar con el guardia que vigila la sala de espera. Le dije hola
amigo, tengo un hijo de cinco años y hoy va a venir a visitarme. Me miró
midiendo cada palabra, cerrando los ojitos y mostrando los dientes con gesto de
pena e impotencia: hijo, cinco años, venir a visitarme. Sabes que no puedo
dejar que entre. Sí, lo sé. El guardia respiró con alivio. Lo sé, pero tal vez
yo podría salir a la sala de espera y verlo unos minutos. Ah eso sí, respondió
incluso hasta contento, eso sí. Yo era un esqueleto vivo, un animado muerto
como dice Calderón de la Barca, había bajado 20 kilos en un mes y me habían
operado el sábado y era miércoles y aún me encontraba muy débil. El solo hecho
de mantenerme de pie era como un milagro y pude comprender la incomodidad del
guardia.
Así fue que
salí un ratito, llegó mi hermano mayor con su esposa y con mi Salvador, así se
llama mi hijo. Cuando nos abrazamos, mi hermano se abandonó a llorar. Yo no
quise hacerle sentir mal, me sentía tan feliz de ver a mi hijo después de tanto
tiempo. No quería asustarlo y no estaba asustado. Le mostré mi cicatriz, una
pequeña línea de seis centímetros. (Tengo una cicatriz mucho más grande y fea
en la barriga de una peritonitis de hace veinte años que no le asusta.) La
pequeña línea de la biopsia no le asustó. Le dije me han operado del estómago
por comer muchas golosinas, no debes comer muchos dulces, ¿ya?. Le interesó
mucho la vía de mi brazo izquierdo por donde ponen el suero a la vena. Esta es
una vía por donde los doctores me ponen todas las medicinas directo a mis venas
para sanarme lo más rápido posible y salir de este hospital. Felizmente el
primero que se aburrió fue él, estaba un poco apurado porque sus primitas, las
hijas de mi hermano mayor estaban esperando afuera y Salvador adora a sus
primitas y las pocas veces que se reúnen es muy difícil separarlos. Discúlpame,
se levantó como todo un caballero, tengo que ir a ver a mis primitas. Yo me
moría por correr a echarme otra vez en mi cama, me dolía todo. Nos dimos otro
abrazo y fue muy lindo.
Viernes
Santo
Por la
mañana estaba triste, no podía evitar estar triste echado en la incómoda cama
con la mirada perdida. De siete a once de la mañana los pacientes estamos
solos. No se permite que nadie entre. La enfermera de turno, una señora alta de
cabello corto y ondulado me dio unas palabras de aliento. Luego hizo más que
eso. Se acercó a la salita de espera donde estaba mi enamorada esperando que
sean las once para poder entrar, o que el guardia se apiade de ella y que,
aceptémoslo, era feriado, supuestamente los pacientes están solos de siete a
once porque es lo que dura en teoría la visita médica, pero era feriado y ni
siquiera había visita médica. La enfermera se acercó a mi enamorada y le
preguntó: ¿Qué es lo que tiene su paciente? Se le ve deprimido, a nosotras no
nos dejan ver las historias médicas. Ella le contó que el resultado de la
biopsia solo me daba siete meses de vida.
La enfermera
tuvo una idea, ¿por qué no salen un rato a caminar por el hospital? Hay una
capilla, pueden rezar. La idea fue muy buena, salí un rato, di unas vueltas,
estaba súper flaco y súper pálido pero hacía solcito y me gustaba. La capilla
era bonita y el hospital tenía algunos jardines simpáticos, sin embargo yo me
sentía débil, solo fue un ratito luego regresamos adentro.
Por la
tarde, hora de visita, llegaron bastantes personas a visitarme y el guardia
mismo me pidió que mejor salga yo otra vez a la salita de espera. Fue la mejor
idea del mundo. Mi hermano mayor llegó a contar hasta 33 personas, éramos el
80% de todas las personas que estaban en la salita de espera. Amigos, familia,
tíos, tías, vecinos, familia de mi enamorada, primos, felizmente había primos,
estaban todos ahí y yo estaba afuera. Qué rápido corren las malas noticias. Sin
embargo, me sentí querido y estaba contento y mis hermanos me hacían reír y yo
estaba riendo bastante, riendo de verdad, y nadie entendía nada pero también
estaban felices, tal vez pensaban encontrar un funeral y se chocaron con mi obstinada
felicidad.
Sábado de
Gloria
Había una
esperanza, siempre la hay. El cirujano que me operó lo había dicho bien claro:
Yo recomiendo que vaya a su casa y viva tranquilo lo que le quede de vida, sin
embargo, esta es solo mi humilde opinión. (Justo el año pasado le detectaron
cáncer de páncreas a su cuñado que también es cirujano, y con todos los
cuidados y consejos de doctores de todo el mundo, solo pudo soportar siete
meses. Justo el mismo tiempo que me quedaba a mí. Y la quimio te ayuda pero
también te destruye, pues). Sin embargo esta es mi humilde opinión, tenemos que
esperar que el oncólogo estudie bien su caso y él tendrá la última palabra. Él
es el especialista.
Esa era
nuestra esperanza, y esa esperanza tendría que despejarse hoy sábado que ya no
es feriado y el oncólogo tiene la obligación de venir a verme y estudiar mi
caso porque, que se sepa, Cristo no hizo nada importante el sábado para
declararlo feriado y sin embargo tiene el nombre más bonito de todos los días
de la semana santa: Sábado de Gloria.
El médico
interno que estaba siguiendo mi caso en el día a día, incluso feriados, pasó
temprano por mi cama y me prometió que iba a hacer todo lo posible por que el
oncólogo venga a ver mi historia médica para plantear un tratamiento. Le
agradecí. Pero a las diez y tanto de la mañana volvió a venir y me dijo que no
va a ser posible, que el oncólogo recién podrá venir el lunes. Le volví a
agradecer, sobre todo por la consideración de avisar. Estaba con mi enamorada y
el solcito brillaba sobre los árboles que veía a través de mi ventana, así que
decidimos dar otro paseíto. Esta vez no avisamos a ninguna enfermera, solo al
vigilante que también ya sabía todo. Mi mamá estaba sentada en la salita de
espera echando una siesta. Las dos no podían entrar a la vez porque solo se
permitía un familiar por paciente. Estuvimos un rato sentados junto a ella pero
la banquita de la sala de espera era tan incómoda que mi adolorida espalda no
podía soportar. Fui dar una vuelta con mi enamorada, la conversación
transcurrió sobre la ironía de la vida. Yo entré al hospital pensando que lo
que tenía era un cuadro de obstrucción intestinal y que en el peor de los casos
tendrían que extraerme parte de mis intestinos con una cirugía a estómago
abierto. Me sentía tan mal de pasar otro año más recuperándome de otra
operación. Todo el año anterior me la había pasado recuperándome de una
operación al testículo derecho, un año y medio para ser exactos. Y luego esto,
justo cuando ya me había recuperado del todo y podía seguir mi vida con
normalidad, trabajar, nadar, salir a
correr con mi hijo. Me puse bastante triste, tenía que posponer todo otra vez
un año más, sin embargo, oh ironía, ahora todo lo que me quedaba era
precisamente ese año.
Quiero vivir
a plenitud, quiero conocer todos los hermosos lugares del Perú que nunca visité
de puro haragán y tacaño, quiero conocer mi país y La Libertad. Quiero visitar
Otuzco y decirle a la virgen de la Puerta que es una cabrona porque mi hermano
Sergio caminó el año pasado por mi salud, y lo hizo con fe y ahora esto, pero no
hay roches porque no soy rencoroso e igual prometí este año ir caminando y si
mi cuerpo puede lo haré. Quiero ir a Huamachuco y conocer al Cristo de
Marcabalito. Quiero también llegar hasta Piura y visitar al Señor Cautivo de
Ayabaca que vino a visitarme y puso de muy buen humor a mi madre. Me cae bien
el Señor de Ayabaca, habían muchas imágenes de él en el Hospital y de lejos
parece Darth Vader. Mi madre ofreció otro viaje a Buenos Aires, no se me había
ocurrido, pero con ese presupuesto podía viajar a Piura, Tumbes, Cajamarca. Quiero
conocer la selva, el amazonas. Y por el sur llegar a Machu Picchu, conocer el
Lago Titicaca, tal vez hasta Bolivia. Siete meses, tal vez más, quería vivir,
desechar todo lo que no tiene sentido, pero tengo dos proyectos que debo acabar
antes del fin.
PRIMERO
Tengo que
terminar los libros Happy Children, proyecto para enseñar inglés a niños de 3,
4 y 5 años con productos reciclados y basándose en la realidad peruana y en el
Diseño Curricular Nacional. Son seis libros de los cuales tenía listo los tres
primeros y los otros tres por corregir. Y luego llevarlo a la imprenta donde
soy consultor en la cual ya aprobaron producirlo e imprimirlo. También ya tengo
un distribuidor de libros de inglés que es mi amigo y se entusiasmó con la idea
y me dijo que podía distribuirlo en todo el Perú. Este es mi legado más
importante para la educación de mi país. Llevo varios años trabajando en
educación y trabajando como profesor de inglés, me especialicé en inicial
porque disfruto más de la auténtica compañía de los niños que del aburrido
letargo de los adolescentes. Este proyecto me ha llevado a Argentina, Brasil y
tiene invitaciones para España, México, Colombia y Uruguay. ¿Apoyo de alguna
empresa privada o del estado? Ja, buen chiste.
SEGUNDO
También
tengo que terminar de escribir mi libro de ciencia ficción. Son 23 cuentos de
los cuales solo tengo escritos ocho. ¿Podía escribir todos los demás? Cada
cuento si en verdad era sencillo, significa bastante investigación porque la
mayoría de temas y personajes históricos son totalmente desconocidos para mí.
Yo tengo escrito el esquema completo del libro con el argumento de todos los
cuentos que me faltan por escribir. Tal vez podía escribir lo que pueda hasta
morir, dejar algunos cuentos incompletos. Soñaba con ser Novalis y este libro
sería mi Enrique de Ofterdingen de la ciencia ficción. Por las noches en lo
único que pensaba era en mi libro, escribí a mano el inicio de un cuento.
Escribí en mi mente el final del libro, el último párrafo del último cuento.
Qué maravilla cuando encuentras las palabras exactas para tu gran finale y no se te olvidan. Esos pequeños
detalles me llenaban de optimismo.
**
De pronto
algo extraordinario pasó. El paseíto pudo durar más que el del día anterior,
pero decidí que lo mejor era regresar un rato a sentarme junto a mi madre, ella
es la persona que más tranquilidad me daba, siempre alegre, como si no
estuviera pasando nada. Cuando llegamos la encontramos también así, roncando a
sus anchas, durmiendo sentada allí en la banquita. Nos sentamos a su lado. Ella
se despertó contenta. A los pocos minutos escuché unos gritos que venían de
adentro. ¿Qué estará pasando? Luego las voces se hicieron más nítidas, eran las
enfermeras y estaban gritando mi apellido: ¿Señor Cabrera?, ¿Señor Cabreraaaa?
Ups, no
avisamos a ninguna enfermera. Entramos rápido y luego me vieron y se sonrieron.
Pensamos que se había escapado. Acá está el oncólogo, ha venido a ver su caso.
Pasó lo que
nunca sucede en un hospital público y a mí me parecía extraordinario: que las
cosas sucedan a tiempo. Llegué a mi cama, esperé varios minutos, el
especialista estaba en enfermería leyendo detalladamente todo mi historial.
Cuando por
fin se me acercó, al comienzo parecía que no quería decirme mucho. Era un tipo
frío con lentes y ojitos chinitos pero fríos. Cara de estoy aburrido y tengo
prisa. Quisiera saber si sabes más o menos, ejem... Sí, lo sé todo, dígame lo
que tenga que decir. Bueno, dijo con bastante rapidez, en este caso tu cáncer
está bastante avanzadito así que tenemos que empezar con las sesiones de
quimioterapias lo antes posible... (dijo muchas cosas que ya no recuerdo, seis
sesiones cada tres semanas, trasladar a oncología el lunes, agresivo, atacar
con todo, evaluaciones, etc.). Pero, espere... le espeté cuando ya estaba
girando los talones para irse, creo que mi familia ha decidido que no vamos a
tomar las quimios. Bueno, tienen que comunicarlo de una vez porque las camas en
oncología son bien peleadas. Pero usted me dice que las quimios sí van a ser
efectivas. Claro que sí, eres joven y tenemos que intentarlo. Ya se estaba
yendo otra vez cuando entró mi padre, imaginé que lo llamé con la mente y él
vino corriendo desde mi casa tipo Flash. Empezaron a hablar sobre las quimios,
mi enamorada salió con ellos, me quedé solo un rato. Mi papá regresó con una
sonrisa. Mi enamorada fue otra vez la más honesta. Los doctores dicen que la
quimioterapia va a prolongar tu tiempo de vida de siete meses a dos años. Todos
estábamos llenos de felicidad.
Dos años
podían convertirse en cinco, en diez, ¿por qué no en veinte? ¿Para qué quiero
vivir más? Nunca me ha gustado la idea de ser un anciano. Además mi madre
también tuvo cáncer a los 41 años y estuvo seis meses en el hospital Rebagliati
cuando vivíamos en Barranco en la capital, y yo aquí unas semanas con la
espalda destrozada, y a ella le dieron seis meses de vida y tenía cuatro hijos
el menor de menos de un año y yo tenía siete y no recuerdo mucho, pero siempre
lo cuentan. Eso sucedió hace 21 años. Y yo tengo 28 y un hijo de cinco y quiero
vivir y puedo ser tan fuerte como mi madre y el destino es una ruleta rusa y
nadie tiene la vida comprada es verdad, pero prefiero morir sin enterarme, pero
de alguna manera, siempre quise saber cuándo moriría y ahora lo sabía y no era
bonito y todo daba vueltas y era confuso pero estábamos felices porque dos años
podían significar muchos más.
Felizmente
llegó mi prima que es enfermera y trabaja en Lazarte para despejar como siempre
todo el caos. Deben confiar en ese oncólogo, no lo conozco, no es mi amigo,
pero sé que es el mejor que tenemos aquí, es muy respetado. Pensé que tú habías
ido a buscarlo para que venga porque nos dijeron que iba a venir el lunes.
¿Estás loco? yo no tengo confianza con él, dijo sonriendo, es un doctor muy
serio,muy parco, pero es el mejor, deben confiar en él.
Punto. Se
acabó. Voy a aguantar todo lo que venga con tal de prolongar mi sonrisa.
Ese día más
tarde, me encontraba de nuevo en la sala de espera con los amigos y familiares,
esta vez habrá habido unos veinte. Estábamos muchísimo más felices que el día
anterior. Hay un montón de gente que les dan menos de un año y viven cinco,
diez. Con dos años tengo para rato. Para mí el alivio principal es que en dos
años sí iba a tener tiempo de terminar de escribir mi pequeño y complicado
libro de ciencia ficción. Mi hermano mayor me dio su smartphone, insistía en
que escriba algo en mi muro de Facebook.
Vamos a
enfrentar el cáncer...
¿Vamos? debí
escribir voy... quería pensar esto pero no lo llegué ni a pensar porque junto a
mí estaba mi enamorada, la mujer que amo y me ama y estuvo conmigo todos los
días, también estaban mis padres, los eternos luchadores, y toda mi familia, y
mis amigos, mis hermanos que se quedaron haciéndome guardia todas las noches:
Paco, Sergio, y también Julio, Lita y Nancy que también son mis hermanos. Vamos
está bien.
Vamos a
enfrentar el cáncer con lo que más le duele...
Escribía
torpemente y no sabía qué quería decir hasta que lo escribí.
Vamos a
enfrentar el cáncer con lo que más le duele: UNA SONRISA
De pronto
una lágrima se escapó de mí casi imperceptible pero pude desaparecerla con un
pequeño movimiento de mano por mi mejilla antes que nadie se diera cuenta. La
frase les gustó a todos. En menos de un minuto ya tenía treinta likes y
comentarios que leería otro día. No esperaba menos de ti. Dijo mi hermano mayor
y me abrazó. Ese mismo día me trasladaron a oncología.
Vamos a
enfrentar el cáncer con lo que más le duele: UNA SONRISA
Felizmente
nadie sabrá con cuántas lágrimas.
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