domingo, 23 de diciembre de 2007

DESENCHUFADOS, apagones en Trujillo

Especial para díatreinta
Por Aquiles Cabrera


El jueves 6 y viernes 7 de Diciembre hubo varios apagones en la Ciudad de Trujillo después de las 7 de la noche. No fueron programados por Hidrandina, empresa regional responsable del servicio público de electricidad.

La oscuridad nos tomó a todos de imprevisto. Pienso en aquellas personas en sus casas viendo su programa favorito o navegando en el Internet; gente en la calle esperando el transporte público, o de compras en los nuevos malls, así como en los indefensos ciudadanos de a pie en el centro de la ciudad. Acuérdese usted en dónde lo agarró el apagón y qué fue lo que hizo con esos cuantos minutos de oscuridad.

Sentado en la oficina de redacción de la revista Día30, encendí un cigarrillo y recordé que en mi niñez los apagones nocturnos eran frecuentes. Allá, a finales de los años 80, en Lima cuando el terrorismo se acercaba a la capital volando torres eléctricas.

Comprendan que no tenía ni seis años y no sabía nada de terrorismo, presidentes, dólar muc ni mucho menos de perros muertos o coches bomba. Cuando la ciudad se apagaba, toda mi familia se unía a conversar a media luz, con alguna vela o los infaltables en aquella época: candiles de aceite y lámparas de Kerosene. ¿Se acuerdan?

Ya más tarde, echados todos en la cama de mis padres, solíamos escuchar muy atentos, y con mucho miedo, aquellos cuentos de terror que mi viejo sazonaba con ocurrencias de su propia cosecha. Drácula aprovechaba los apagones para secuestrar niños y beber su sangre en el Morro Solar, el hombre lobo se paseaba sin ser visto por las calles limeñas, el cura sin cabeza buscaba por el Puente de los Suspiros su cabeza que se iba rodando al mar, mientras la llorona preguntaba por sus hijos frente a la biblioteca municipal. Thriller de Michael Jackson y La noche de los muertos vivientes eran un chancay de a veinte.

Y así, mientras acabo aquel cigarrillo oscuro y silencioso, observo que en la calle muchos jóvenes caminan con sus celulares encendidos. Desde donde estoy solo se ven pequeñas lucecitas cual luciérnagas del postmodernismo. Me pregunto qué estarán pensando aquellos jóvenes, o quizá solo esperan a que regrese la luz para encender sus computadoras, entrar al Messenger y preguntar a todos sus contactos: ¿y a ti, dónde te agarró?

En realidad, una sociedad sin electricidad sería impensable: semáforos, aeropuertos y refrigeradores ciertamente son tan necesarios para nuestras vidas como el aire que respiramos. En tanto, computadoras, celulares, iPods y mil otros adminículos eléctricos de seguro que nos facilitan la vida. ¿O será al revés? ¿O tal vez sea cierto lo que alguna vez dijo Carlitos Marx "demasiadas cosas útiles hacen hombres demasiado inútiles"?

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