sábado, 30 de abril de 2011

A Sabato, con cariño

Traté de explicarles mi crisis espiritual,
y de convencerlos de que mi verdadera vocación era el arte,
apenas lo comprendieron, ya que para esos hombres,
la ciencia es la creación suprema del hombre.
Guido Beck atribuía mi decisión a la ligereza sudamericana,
y Gaviola dijo que me perdonaría si algún día lograba escribir
una obra como 'La montaña mágica'.
Pobre Gaviola, creo que nunca supo que la lectura
de 'El Túnel' lo impresionó al propio Thomas Mann
según anotó en un volumen de sus diarios.
Antes del Fin. Ernesto Sabato.


Desperté a las 11 de la mañana el día de hoy, estuve conversando con mi hermano Sergio hasta pasado el medio día. Me enteré de la muerte de Sabato por el twitter, a través de un mention de Vanessa Romo. Este 2011 Sabato iba a cumplir 100 años.

Hace 10 meses yo estaba en Buenos Aires, era 24 de junio, y había soñado que llegaba a la estación de Santos Lugares, pasaba por un túnel lleno de ratas, mucha gente pasaba conmigo, y llegábamos a un paraíso, un boulevar con casas maravillosas donde todo era una alegoría sobre la vida y obra de Sabato, incluso había personas que cuando les decía que yo era peruano me hablaban de Luchito Hernandez. En ese hermoso sueño también estaba Vannesa.

Esa mañana me desperté muy temprano, y en las noticias anunciaban el cumpleaños 99 de Ernesto, fue una extraordinaria coincidencia. Pero ya estaba tres meses en Buenos Aires, y ya me había acostumbrado a esas extraordinarias coincidencias. Pensé que no podía dejar pasar un día más. Tenía que ir a Santos Lugares.



Esta fue la primera foto que tomé en la estación al llegar. El sol brillaba pero el día era frío. Debajo de mi casaca de cuero llevaba una chompa de lana y dos polos. La barba de dos semanas y las manos siempre en los bolsillos aunque las sacaba a menudo para encender un Philip Morris y otro.

Estaba fascinado, yo vivía a 5 cuadras de la estación de Villa del Parque. Durante todo este tiempo solo me separó de Santos Lugares menos de 10 minutos en tren. a 0.80 centavos el pasaje, menos de 50 céntimos. Me sentí mal conmigo. Nunca me animé a ir hasta ese día. Fue Jueves.



Llevé conmigo 'Antes del fin' lo iba leyendo mientras me acercaba al pueblo donde quedaba la mítica casa de Ernesto. A la mítica estación donde siempre he escuchado hablar que Luchito Hernández murió.


No había nada cuando llegué, y no se parecía en nada a mi sueño. El sol me quemaba la cara, pero el viento frío me congelaba las manos. No era un lugar turístico ni mucho menos. ¿Dónde quedaría la casa de Sabato? Ni siquiera me animaba a preguntar. Caminé junto a las rieles del ferrocarril, era el único ser humano que tomaba fotos. Me dio un poco de miedo. Estaba solo. No sabía para qué lado de la estación había fallecido Luchito Hernández, caminé por ambos lados.





Me parecían muy curiosas siempre estas coincidencias, pero que la línea de ferrocarriles se llame San Martín me pareció una buena señal. Puede que mis fotos parezcan bonitas, pero yo estaba en un pueblo fantasma. Por un lado de las vías del tren habían pampas, para el otro casas pobres. No sabía dónde quedaba la casa de Sábato. Caminé sin rumbo.








Sí, la plazuela que me recibió era bella. Pero estaba casi vacía. Seguí caminando y fumando sin hablar con nadie. Recordé cuando Gonzalo Rojas, el genial poeta chileno que falleció hace unos días, estuvo en Trujillo. "He venido a olfatear a Vallejo". Intenté hacer lo mismo con Sábato. Seguí caminando y fumando sin hablar con nadie. La iglesia de Santos Lugares era impresionante.


A sus pies había una gruta de la virgen de Lourdes. Mi madre estaría extasiada en este lugar. Pensé mucho en ella. Por más que me alejé no pude tomar una foto completa de la iglesia. Al comienzo no quería entrar. Pero seguí pensando en mi madre. Unos días antes, en la Catedral de Buenos Aires, junto a la tumba de Don José de San Martín, encontré un espacio dedicado a San Martín de Porres. Cuando yo estuve enfermo y a punto de morir, mi madre le rezaba todos los días a San Martín de Porres por mi salud. Mi madre que ya le había ganado al cáncer.

No podía más que acercarme a saludar a mi paisano. Lo mismo me pasó en la iglesia de Santos Lugares, al ver la gruta recordé la Ermita de junto al puente de los suspiros en Barranco, allá a donde mi madre siempre nos llevaba a jugar mientras ella se acercaba a dejar una limosna y una oración a la virgen. No pude más que tirar mi cigarrillo y entrar.








En esta foto puedes apreciar el tamañito de la puerta, claro, si lo comparas con el de los seres humanos.






Me quedé sentado varios minutos delante de la gruta. Un gato pasó por mi lado. Santos Lugares era bonito, pero entrar a la iglesia era como un viaje a Europa. Ingenuamente pensé que en ese lugar nadie iba a saber dónde quedaba la casa de Sabato. Salí, seguí caminando sin rumbo, pero acercándome un poco a la estación del tren. Tampoco era mi intención perderme. Todos mis sentidos estaban alertas. Ya no tomaba muchas fotos. Me daba miedo también que me roben la cámara que tanto me había costado comprar.

Siempre estaré agradecido de Johnny y de Gloria, la pareja de hermosos peruanos que me recibieron en Villa del Parque, me adoptaron como hijo y cuando, a los tres meses regresé, lloraron al despedirme. Hace un año, un día como hoy, yo estaba paseando por la feria del libro de Buenos Aires, allí fue donde me compré Antes del Fin, junto con otros 30 libros más que me dejaron sin ningún centavo en el bolsillo. Es decir, como de costumbre.

Pensando en esta hermosa pareja de peruanos me topé con otra pareja de argentinos, eran un par de cincuentones, a ellos, no sé por qué, me acerqué y les pregunté: Disculpen, soy peruano, estoy por acá en busca de la casa de Ernesto Sabato, tal vez ustedes de casualidad...

- Sí claro, dijo el esposo, justo venimos de allí, pasamos a saludar por su cumpleaños, en la mañana hubo una ceremonia en la puerta de sus casa. Nosotros recién hemos tenido tiempo de pasar a saludar.

- Sabato es muy querido en el pueblo, agregó la esposa, ahora nos estamos yendo a la iglesia a rezar por su alma.

Sonriendo me indicaron dónde quedaba la casa. Solo a 5 cuadras de donde yo estaba. A cuadra y media de la estación. Sin saberlo, antes, al buscar algún rastro de Luchito Hernández más temprano, había pasado cerquísima de la casa de Sabato.

Frente a su casa había una biblioteca que llevaba su nombre.


¿Cómo no pregunté al llegar a la estación, o dentro de la iglesia? Seguro algunas personas se encontraban rezando por él en aquellos momentos. Me sentí el agnóstico más asqueroso de la historia. Justo antes de llegar encontré una paloma muerta, le tomé una foto, no recuerdo por qué. Nunca hago eso. Pero debía estar alerta a todas las señales posibles.


En vez de una casa me encontré con un jardín de árboles enormes.


Este era el intercomunicador.

Y mediante él me comuniqué con una amable señora a quien le expresé mi saludo de cumpleaños para Sabato. Me agradeció y me despidió amablemente. ¿Entrar? imposible. ¿Para qué? No era necesario. Ahora me sentía yo en un santuario, me daba ganas de arrodillarme y agradecer y dejar mi velita, como me imagino que de ahora en adelante, muchos harán. Una vecina de Sabato de la que no recuerdo el nombre, me contó que ya habían pasado muchos años desde la última vez que lo había visto paseando por las calles del pueblo. Siempre salía a caminar y hablaba con todos. Le pregunté a la señora cuál era su libro favorito de Ernesto.

-El informe Sabato, sin duda. Me respondió. Gracias a ese libro todos pudimos conocer la magnitud de las atrocidades que ocurrieron durante la dictadura. Pero después de ese libro Ernesto jamás volvió a ser el mismo. Tenía el alma atormentada.





Me quedé unos minutos más contemplando la casa desde afuera. Terminé otro cigarrillo. A los pocos minutos se me acercó un policía a pedirme que me retirara. Lo miré con sorna, quise sacar un cigarrillo más, pero se me abalanzó, me dio más risa eso, ¿puede que haya pensado que quería sacar un armar? Hablé con todo el acento peruano que me salió del corazón y le expliqué que era un turista que había venido desde tan lejos solo para conocer la casa de Sabato, en una fecha tan importante como su cumpleaños.

- Bueno, ya está, dijo alzando la voz, ya la vio, ya puede irse. Este es un barrio tranquilo, no queremos problemas.

Esta vez sí me dejó encender el cigarrillo. Caminé hacia la estación. Pasé por dónde ya había pasado junto a las rieles del tren. Ya era de noche y yo andaba sin documentos, había dejado mi pasaporte en casa, es un librito muy incómodo para andarlo siempre en el bolsillo del pantalón y yo era peruano y acá decir que eres peruano es lo mismo que decir que eres ratero.

Por más blanco que seas, me dijo una vez el querido Johnny, para ellos siempre vas a ser un negro de mierda. Esa frase me encantó.



Cosas que escribí en mi twitter:

  • Estoy recorriendo las págs de Antes del Fin al azar, como una vez en el cole me enseñaron a leer la biblia. Sabato, eres un precioso Dios.
  • Hayan o no hayan leído a Sabato, nunca es tarde para encontrarse con el genio de este gran escritor. Háganse un favor.
  • Aunque terrible es comprenderlo la vida se hace en borrador, y no nos es dado corregir sus páginas. Antes del Fin. Ernesto Sábato.
  • Periodista con Kimono, agarra esta flor de Sabato: El escritor debe ser un testigo insobornable de su tiempo con coraje para decir la verdad
  • Uno no puede ponerse de lado de quienes hacen la historia, sino al servicio de quienes la padecen. Antes del Fin. Sabato.
  • Keiko, agarra esta flor de Sabato: No hay dictaduras malas y dictaduras buenas, todas son igualmente abominables como tampoco hay torturas atroces y torturas beneficiosas.
  • Pobre de mí, no sabía que el honorable Dr. Jekyll comenzaba a agonizar entre las garras del satánico Mr. Hyde. Antes del fin, sobre su paso de la ciencia a la literatura.
  • La literatura me permitió expresar horribles y contradictorias manifestaciones de mi alma. Antes del Fin. E. Sabato
  • No hay nadie que haya jamás escrito, esculpido, pintado, construido, inventado, a no ser para salir de su infierno. Antes del fin. E. Sabato
  • Gracias al informe Sábato, hoy están en la cárcel la mayoría de los militares responsables de la dictadura argentina.
  • El autor de El escritor y sus fantasmas es ahora un Fantasma.
  • El autor del Informe Sábato, conocido como el "Nunca Más" o viceversa. Que relató todas las asquerosidades de la dictadura argentina.


Hoy, al enterarme de la muerte de Sabato, me puse triste es verdad, pero me alegré por su descanso. No sé dónde escuché que antes de morir, había que ganarse ese honor. Ernesto se lo ganó con creces.

Buen viaje, viejo.

3 comentarios:

  1. yo pensaba que leyendo esto me iba dar ganas de leer a sabato y solo me dio ganas de llorar y fumar jejejeje

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  2. Que interesante y a la vez triste escrito sobre Ernesto Sábato. La literatura ha perdido un grande!

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  3. Muy buen reportaje, pero...

    Enterado de la muerte de Sabato, también sentí tristeza. Pero me sentí más triste aun, cuando conocí el engaño. Sábato había sido un gran escritor, y uno de los defensores de la sangrienta dictadura argentina. ¿Cómo pude (cómo pudimos) ignorar durante toda la vida ese hecho tan grave? Por propaganda, que da una visión parcial e incompleta de las cosas.

    Entre otras palabras de Sabato, aquí se cita: "El escritor debe ser un testigo insobornable de su tiempo con coraje para decir la verdad".

    Luis Menéndez en rebelion.org golpea con una escena y unas palabras registradas en mayo de 1976: "A comer y beber con Videla ese mediodía fueron cuatro escritores: Jorge Luis Borges, Ernesto Sábato, Horacio Esteban Ratti y Leonardo Castellani. Es bien sabido, para el que no quiere enterrar la verdad entre las oscuras nubes del olvido y de la mentira, que en esa reunión gastronómica la suerte de algunos artistas secuestrados fue un tema del que se habló tibiamente y que quien preguntó por la situación de Haroldo Conti fue el cura Castellani. Es bien conocido que Ernesto Sábato guardó el más profundo silencio en ese asunto. Aunque a la salida del almuerzo mientras Borges, Ratti y Castellani casi no se acercaron a los micrófonos de los ansiosos periodistas, a Sábato le regresó la palabra fecunda: “puedo decir que con el presidente de la Nación hablamos de la cultura en general, de temas espirituales, históricos y vinculados con los medios masivos de comunicación… se habló de la transformación de la Argentina, partiendo de una necesaria renovación de su cultura”. Sábato no dijo una sola palabra acerca de Haroldo Conti, pero en cambio sí opinó del milico Videla: “el general me dio una excelente impresión; se trata de un hombre culto, modesto e inteligente; me impresionó la amplitud de criterio y la cultura del presidente”."

    Sabato había atacado a los escritores en el exilio que, como Cortázar, denunciaban las atrocidades de la dictadura, tildándolos de "antiargentinos". Y en 1978 declaró a una revista alemana: “La inmensa mayoría de los argentinos rogaba casi por favor que las fuerzas armadas tomaran el poder. Los extremistas de izquierda habían llevado a cabo los más infames secuestros y los crímenes monstruosos más repugnantes. Sin dudas, en los últimos meses en nuestro país, muchas cosas han mejorado: las bandas terroristas armadas han sido puestas en gran parte bajo control”.

    Sabato murió dos veces: el cuerpo y el emblema.

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