viernes, 22 de diciembre de 2006

TIEMPOS DE INDIFERENCIA Y COJUDEZ

ARTÍCULO DE OPINIÓN:
Por Aquiles Martín Cabrera Ludeña

______ www.fotolog.com/jawo_1

Vivimos en una tremenda indiferencia. Nacimos desorientados y nos educaron como tarados. (1) Está tan profundamente enraizada la cojudez en nuestras vidas que cada intento por descojudizarla equivale a una herejía; y en parte son sinónimos legítimos pues la herejía no es más que hacer uso de nuestro derecho a elegir otra cosa.(2) .

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La indiferencia y la cojudez son dos monstruos tan asquerosos que no sé cual de los dos se come al otro. El indiferente de por sí ya es cojudo, y el que se ufana y precia de ser un buen cojudo no puede dejar de ser indiferente. Indiferente de todo, de lo que pasa en el mundo, de lo que pasa en su vida: de todo. El cojudo perfecto no se da cuenta cómo vive ni por qué. Una ejemplificación excelente de este ridículo pero fatal problema me la dio mi hermano menor hace un par de años. Él me contó un chiste basado en la plática de un niñito con su madre más o menos de la siguiente manera:

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– Mamá, mamá ¿Cuál es el peor problema para la
humanidad, la ignorancia o la indiferencia?
– ¡No sé ni me interesa!

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Y aunque cause gracia encierra una gran verdad, pues de niños es cuando más nos interesamos en las cosas que están sucediendo a nuestro alrededor y son los adultos los que, con su indiferente y arraigada cojudez, nos van envolviendo en la apatía diaria de vivir. Ese es nuestro bendito proceso de culturización sociológica.

Una de las cosas que he percibido con más curiosidad de mis condiscípulos es que –de forma activa– les cuesta mucho aceptar su propia cojudez pero en forma pasiva se autoproclaman cojudos a cada rato. Un ejemplo sencillo, la profesora Orieta muchas veces en clase acostumbra exhortar a sus alumnos a que dejen de ser tan imbéciles, y siempre he notado la misma reacción de enojo en los estudiantes aludidos, actúan a la defensiva y con enfado; pero nótese la misma rapidez con la que aquellos mismos jóvenes rehúsan –incluso con repugnancia– leer un libro o analizar una lectura.
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Por mi parte tampoco pienso que sea un problema netamente nacional o latinoamericano, porque para creernos los peores en todo nosotros somos los mejores; tengo entendido que la palabra cojudez es un peruanismo(3) pero la idiotez es universal. Ahora bien, para que no se crea que soy muy pesimista ni desesperanzado me permito reproducir el siguiente texto de Sofocleto, que representa nítidamente y con estupenda brillantez el quid del asunto en nuestro país:
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“En el Perú la cojudez va mucho más allá de las definiciones, la gramática, la etimología y los diccionarios. Es necesario vivir nuestra cojudez, más que definirla. Es indispensable llevarla en el andar, la piel, la sangre, el alma... respirar a través de ella, arrullarse con su hipnosis colectiva y amarla con esa ternura infinita que sólo un cojudo puede poner en su cojudez.”(3)
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(1): Andrés Calamaro: Canción: No tan buenos aires. Disco: Honestidad Brutal. Año:1998

(2): José Saramago, El Factor Dios. “...el derecho a decir no, el derecho a la herejía, el derecho a escoger otra cosa, que sólo eso es lo que la palabra herejía significa”.
(3): M. A. Denegri, “La Academia está desinformada”. Domingo La revista de La República, edición N°328, Diario La República, Lima 12 de Setiembre de 2004

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