¿Qué sería del mundo sin el dibujo gráfico, la historieta y la caricatura? Muy aburrido seguramente.
Mi generación y las que le siguen no han podido gozar en su plenitud del placer de un buen cómic. Abrumados por el TeleCable, el Nintendo, Mario Bross e Internet; desconocíamos totalmente lo que contenían aquellas revistas que veíamos colgadas en los quioscos y que, a diferencia de nosotros, nuestros padres seguro añoraban.
Distintas décadas han sido marcadas por historietas como Popeye, Mafalda, Los Pitufos, Condorito, Tin Tin, Lucky Luke, Asterix y Obelix, la Pequeña Lulú, las historias de Fontanarrosa, hasta la hilarante Maitena.
El cómic, historieta, tebeo – o como en cada país lo quieran llamar- es y seguirá siendo el punto de partida del entretenimiento visual. Los dibujos animados (verbigracia los cartoons antes mencionados), las películas, e incluso los video juegos, no pueden concebirse como tales sin haber pasado antes por un papel. La creatividad y la destreza de la mano no se la podemos dejar a un software.
Este arte secuencial es digno de selectas manos, de historietistas en su mayoría autodidactas, que poco a poco fueron mejorando su técnica y que conocen la mejor manera de expresar lo que sienten y piensan: dibujando y divirtiéndose. En nuestra ciudad, el cómic ha despertado repentinamente, demostrándonos que no es una habilidad ajena y foránea, sino también nuestra y muy fresca.
En el marco del “I Festival de Cómic en Trujillo”, organizado por la Alianza Francesa, descubrimos a cinco destacados historietistas trujillanos: Óscar Alarcón, Alexandra Torres, Walter Toscano, Daniel Oblitas y Víctor Chu, quienes trabajan silenciosamente en un medio donde el cómic es casi una vocación clandestina.
“Lo básico para crear una historieta es el argumento, el contexto, el ambiente, y hacer que tu personaje se sienta cómodo con todos los elementos que le das para que este se muestre natural”, comenta Daniel Oblitas Pinillos (36). ¿Qué sería de Tin Tin sin sus aventuras alrededor del mundo? ¿O de Gargamel sin su gato Azrael? Definitivamente cada detalle es importante. Artista, escritor y seguidor del noveno arte, Daniel empezó a dibujar desde los 13 años y ahora comparte su pasión por el cómic dictando talleres y releyendo de vez en cuando su consentida colección de Asterix y Obelix.
La temática de las historietas suele ser variada. Pese a que se ve encasillada casi siempre como “humorística”, se pueden trabajar dramas, situaciones románticas o de acción, y pueden ser elaboradas con texto o sin él. “Me gustan los historias japonesas porque a diferencia de los americanas, no suelen tener un final feliz”, explica Víctor Chu Carranza (30), fanático del manga japonés. Víctor estudia y trabaja, y pese a su ajustado horario, no abandona su hobbie favorito. Por las noches y con música de fondo, empieza a crear escenarios, sombras y expresiones, con influencia tanto del cómic americano como del manga.
En cuanto a los personajes, se requiere de la elaboración de un perfil para cada uno. A través del físico, las líneas, el movimiento y la manera de expresarse en la historia, es que uno puede diferenciar –por su marca y calidad en el trazo- a un autor de otro. Por otro lado, todo historietista siempre busca y crea al personaje que lleva dentro. “Yo siempre les digo a mis alumnos: cuando ustedes crean a un personaje, prácticamente se meten en ese personaje para decir lo que normalmente no pueden decir”, añade Daniel, con la seguridad de que el cómic tiene un efecto catártico.
Las historietas tienen una libertad de expresión absoluta. Uno puede decirle a alguien idiota sin que esta última persona se sienta ofendida; al contrario, lo tomará como broma o lo perdonará tan solo porque se trata de un mero dibujo. Es una manera “caleta” y divertida de liberar los más profundos odios y alegrías sin llegar a ser tan personal, ya que el autor usualmente habla por muchos otros (de ahí a que el público se sienta identificado).
Víctor Chu trata de dar siempre un mensaje en cada uno de sus cómics. Ya sean de acción o drama, él siente que más allá de la perfección del dibujo, es necesario hacer que el lector reflexione. Por su parte, Daniel Oblitas encuentra su inspiración en problemas sociales que le agradan o incomodan, y los critica o caricaturiza en sus historietas.
El cómic no había muerto, ni andaba de fiesta, se ha ido renovando en las habitaciones de los historietistas trujillanos para darse a notar más que nunca –ahora, a propósito del “I Festival de Cómic”- y esperemos que siga así.
Mi generación y las que le siguen no han podido gozar en su plenitud del placer de un buen cómic. Abrumados por el TeleCable, el Nintendo, Mario Bross e Internet; desconocíamos totalmente lo que contenían aquellas revistas que veíamos colgadas en los quioscos y que, a diferencia de nosotros, nuestros padres seguro añoraban.
Distintas décadas han sido marcadas por historietas como Popeye, Mafalda, Los Pitufos, Condorito, Tin Tin, Lucky Luke, Asterix y Obelix, la Pequeña Lulú, las historias de Fontanarrosa, hasta la hilarante Maitena.
El cómic, historieta, tebeo – o como en cada país lo quieran llamar- es y seguirá siendo el punto de partida del entretenimiento visual. Los dibujos animados (verbigracia los cartoons antes mencionados), las películas, e incluso los video juegos, no pueden concebirse como tales sin haber pasado antes por un papel. La creatividad y la destreza de la mano no se la podemos dejar a un software.
Este arte secuencial es digno de selectas manos, de historietistas en su mayoría autodidactas, que poco a poco fueron mejorando su técnica y que conocen la mejor manera de expresar lo que sienten y piensan: dibujando y divirtiéndose. En nuestra ciudad, el cómic ha despertado repentinamente, demostrándonos que no es una habilidad ajena y foránea, sino también nuestra y muy fresca.
En el marco del “I Festival de Cómic en Trujillo”, organizado por la Alianza Francesa, descubrimos a cinco destacados historietistas trujillanos: Óscar Alarcón, Alexandra Torres, Walter Toscano, Daniel Oblitas y Víctor Chu, quienes trabajan silenciosamente en un medio donde el cómic es casi una vocación clandestina.
“Lo básico para crear una historieta es el argumento, el contexto, el ambiente, y hacer que tu personaje se sienta cómodo con todos los elementos que le das para que este se muestre natural”, comenta Daniel Oblitas Pinillos (36). ¿Qué sería de Tin Tin sin sus aventuras alrededor del mundo? ¿O de Gargamel sin su gato Azrael? Definitivamente cada detalle es importante. Artista, escritor y seguidor del noveno arte, Daniel empezó a dibujar desde los 13 años y ahora comparte su pasión por el cómic dictando talleres y releyendo de vez en cuando su consentida colección de Asterix y Obelix.
La temática de las historietas suele ser variada. Pese a que se ve encasillada casi siempre como “humorística”, se pueden trabajar dramas, situaciones románticas o de acción, y pueden ser elaboradas con texto o sin él. “Me gustan los historias japonesas porque a diferencia de los americanas, no suelen tener un final feliz”, explica Víctor Chu Carranza (30), fanático del manga japonés. Víctor estudia y trabaja, y pese a su ajustado horario, no abandona su hobbie favorito. Por las noches y con música de fondo, empieza a crear escenarios, sombras y expresiones, con influencia tanto del cómic americano como del manga.
En cuanto a los personajes, se requiere de la elaboración de un perfil para cada uno. A través del físico, las líneas, el movimiento y la manera de expresarse en la historia, es que uno puede diferenciar –por su marca y calidad en el trazo- a un autor de otro. Por otro lado, todo historietista siempre busca y crea al personaje que lleva dentro. “Yo siempre les digo a mis alumnos: cuando ustedes crean a un personaje, prácticamente se meten en ese personaje para decir lo que normalmente no pueden decir”, añade Daniel, con la seguridad de que el cómic tiene un efecto catártico.
Las historietas tienen una libertad de expresión absoluta. Uno puede decirle a alguien idiota sin que esta última persona se sienta ofendida; al contrario, lo tomará como broma o lo perdonará tan solo porque se trata de un mero dibujo. Es una manera “caleta” y divertida de liberar los más profundos odios y alegrías sin llegar a ser tan personal, ya que el autor usualmente habla por muchos otros (de ahí a que el público se sienta identificado).
Víctor Chu trata de dar siempre un mensaje en cada uno de sus cómics. Ya sean de acción o drama, él siente que más allá de la perfección del dibujo, es necesario hacer que el lector reflexione. Por su parte, Daniel Oblitas encuentra su inspiración en problemas sociales que le agradan o incomodan, y los critica o caricaturiza en sus historietas.
El cómic no había muerto, ni andaba de fiesta, se ha ido renovando en las habitaciones de los historietistas trujillanos para darse a notar más que nunca –ahora, a propósito del “I Festival de Cómic”- y esperemos que siga así.
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