sábado, 21 de febrero de 2009

La vida breve

El cine en Trujillo

La vida breve

Raquel Ávalos Armas


Primero, las películas de aventura fueron sustituidas por cintas “porno”; después, las butacas acogieron a feligreses en lugar de cinéfilos. El tiro de gracia lo dio el boom económico: cambió los antiguos edificios por pequeños y funcionales multicines.

La suerte estaba echada.



Trujillo puede ser considerada una ciudad de cinéfilos. Los que frisan los cuarenta años recuerdan que en Trujillo hasta comienzos de los 80 habían hasta diez cines: Primavera, Ayacucho, Chimú, Libertad, Perú, Star, Sagitario, Trujillo, Venus, Ideal. Diez cines distintos, no multicines como los de ahora.


La primera exhibición cinematográfica tuvo lugar el 7 de febrero de 1901 a las 8: 45 de la noche, cuatro años después que en Lima. El acontecimiento fue anunciado como todo un espectáculo y el Teatro Municipal se llenó de público para presenciar imágenes de escenas cómicas, bailes fantásticos, corridas de toros, conflictos bélicos, entre otros acontecimientos.


Desde entonces, toda exhibición era anunciada en el diario La Industria y algún otro diario de la época (había también casi una docena de ellos). Una de las formas de atraer al público era informarle lo que vería y escucharía. Por esta razón se publicaba el programa completo de la exhibición: los nombres y los créditos de las películas, así como la música que acompañaría a cada una de ellas.


Con los años, las imágenes tomadas al natural causaron aburrimiento y letargo, motivo que apresuró la producción de cortometrajes entretenidos: “El Trapero” (a colores), “El Médico”, “El Nihilista”, “La vuelta al mundo en tres horas”, “La cieguecita”, “La vida del marino”, etc. Luego del incendio del Teatro Municipal, el 21 de febrero de 1910, no hubo exhibiciones cinematográficas por un buen tiempo, hasta su reinauguración el 29 de diciembre de 1923. Posteriormente, funcionaría como cine-teatro.


En Trujillo el cine era para todo público. Sin embargo, la diferencia de clases era marcada y esta se reflejaba en la ubicación de los asientos en las salas de exhibición, según el precio. Pese a que a inicios del siglo pasado se vivía en la época del cine errante, poco a poco el cinematógrafo se convirtió en la distracción predilecta y muchas veces única de todos los trujillanos.



Bienvenido celuloide


En 1912, algunas personas de la sociedad formaron la empresa Cinema Teatro de Trujillo. Bajo el sueño de que nuestra ciudad contara con un cinema propio y estable, con exhibiciones diarias como ya lo tenían Lima y otras ciudades del país; el 18 de abril del mismo año se inauguró el “Cinema Teatro de Trujillo”, situado en el ex templo de la Compañía, el que fue acondicionado para ser usado como teatro. El cine firmó un contrato con la Empresa del Cinema Teatro de Lima, quienes enviarían semanalmente 30 de las mejores películas exhibidas en la capital.


A partir del 15 de junio de 1912, Trujillo contó con otra sala de exhibición, pues se inauguró el “Cinema Popular”, ubicado en el barrio de la Unión, el cual había sido utilizado como gallera.


En octubre del mismo año, la empresa Cinema Teatro de Trujillo construyó una sala de exhibición, que tras un concurso fue llamada “Ideal”. Se inauguró el 24 de mayo de 1913, apadrinado por Alfredo A. Pinillos, y fue la más elegante y preferida de aquel entonces. Ubicado en Orbegoso, este lugar fue ocupado hasta hace unos años por un cine del mismo nombre. El cine “Ideal” abrió sus puertas en 1947 y, como muchos aún recuerdan, era un cine pequeño y acogedor. Cerró en 1996. La última película que se exhibió allí fue “Día de la independencia”. Ahora se ha convertido en una sala de juegos.


La empresa concentró luego todo su interés en el “Cinema Popular”, homónimo del cinema abierto en La Unión en 1912. Se inauguró el 14 de febrero de 1914 y también era una sucursal del Cinema Teatro de Lima. Fue construido bajo la concepción tanto de cine como de teatro. Todavía está en pie en su lugar de origen: cuadra 6 del jirón Ayacucho. Funcionó regularmente hasta el terremoto de 1970 con el nombre de “Cinema Popular” y cuando fue refaccionado en la década de los 80 cambió al nombre de ”Cinema Ayacucho”. Era uno de los principales cines de nuestra ciudad y, lamentablemente, en los 90 el negocio dio un giro y se abocó a la proyección de películas pornográficas. A pesar de ello, es uno de los pocos cines que continúan funcionando en nuestros días.


El 20 de enero de 1914 se inauguró el “Cine del Pueblo”, ubicado en las últimas cuadras de la calle Gamarra. La gente que acudía a esta sala provenía de los barrios Chicago, Vindivil y La Bella Aurora y era el que más se llenaba. Lastimosamente desapareció con el terremoto del 70. Ese mismo año se construyó e inauguró el “Cine La Unión”, en el barrio de la Portada de la Sierra, el cual permanece en su lugar pero derruido. Existe un proyecto de reconstrucción para su fachada de estilo Art Nouveau.


En 1926, la empresa Cinema Teatro Trujillo cedió el negocio de sus locales “Ideal” y “Popular” a una institución independiente y nueva de la localidad: la empresa Risco de la Torre Hermanos. Fueron Leornardo, Luis y Guillermo Risco, quienes conformaron esta sociedad y administraron los cines de manera exitosa. Decidieron formar una empresa independiente pues la compañía con la que hicieron trato, propiedad de los hermanos Goicochea, tenía el monopolio en esta ciudad desde hacía doce años y trabajaban con películas de la Empresa Cinema Teatro de Lima. Los hermanos Risco de Torre consiguieron contratos de exclusividad con United Artists y MGM, elevando el estatus de sus cines.


Los hermanos Risco reconstruyeron el ex salón de actos del colegio San Juan, el que fue inaugurado el 27 de julio de 1927 con el nombre de “Teatro Colón”, ubicado en la calle Independencia. El “Teatro Colón” fue refaccionado manteniendo su fachada original, mas no el interior, y ahora es llamado “Teatro San Juan”. Este se convirtió por un tiempo en el favorito del público, pues era el que más se llenaba durante las funciones, que continuamente las amenizaba con orquesta. Otros cines que administró esta familia fueron el “Municipal”, que por aquel entonces empezó a resurgir con la llegada de películas de la casa Paramount; el “Perú” (ubicado en Pizarro, ahora local de Saga Falabella), que se convirtió en el cine A1 de Trujillo por ser propiedad de la productora Warner; y el cine “El Pueblo”.


Existe un registro del 21 de diciembre de 1928 que considera la existencia del “Cine La Onier”, pero nunca figuró su inauguración, solo la exhibición de un grupo de variedades, a pesar de denominarse cine.


Alrededor de 1930, los cines sufrieron una declinación en la asistencia del público. La concurrencia ya no era la misma debido a que el cine sonoro era noticia desde el año anterior, y en Trujillo aún no se exhibía ni una película de ese tipo. El “Teatro Colón” dejó de proyectar películas diariamente y se abrió solo los domingos y feriados. Asimismo, los cines rebajaron sus precios: las mujeres pagaban 15 centavos y los hombres 20; mientras que en Lima se pagaban dos soles o un sol por película. Los espectáculos cinematográficos se fueron abaratando por la misma competencia y por la lentitud con que el cine se renovaba.


Para suerte de muchos, el 9 de enero de 1931 se exhibió en Trujillo la primera cinta sonora registrada: “La divina dama”, en el “Teatro Colón”. Entre otras películas sonoras estrenadas ese año estaban: “La perricholi”, “La máscara del diablo”, “Nada más que una mujer”, “Tarzán” y “El jorobado de Notre Dame”. Y mientras los otros cines competían por ganar público con las películas sonoras, el cine “El Pueblo” mantuvo las películas silentes. Este fue el único lugar donde se seguía dando empleo a los músicos de las antiguas orquestas que acompañaban el movimiento de las cintas.



Los últimos días del cine


En los 70 también proliferaron las salas de cine. En el periódico era normal encontrar publicidad de películas para 8 ó 9 salas. Las salas “Colón”, “Ideal”, “Ayacucho”, “Municipal” y “Perú” seguían en el negocio. Los nuevos vecinos que se instalaron en la ciudad fueron: el “Star”, ubicado en la calle Orbegoso, propiedad de la familia Yan; el “Venus”, ubicado en la Av. Perú, ahora convertido en una iglesia; el “Chimú”, ubicado en el Parque González Prada, fue el primer cine porno de Trujillo; y el “Libertad”, ubicado en la Av. Carrión, que funcionó hasta mediados de los 90 y también tuvo la “desdicha” de convertirse en cine porno. Ahora el local es utilizado por una iglesia evangélica.


En 1974 se inauguró el “Trujillo”, ubicado en la Av. Perú. Fue uno de los cines más grandes que tenía nuestra ciudad, con una capacidad para mil personas (el cine Tacna en Lima tenía una capacidad para 1500); tanto así que ahora lo utilizan como cochera. A finales de los 90, se dedicó como muchos otros a la proyección de películas porno, sobreviviendo así hasta finales del 2001.


Quizá uno de los cines más recordados es el “Primavera”. Ubicado en la segunda cuadra del jirón Orbegoso. Se fundó en 1979 y, a diferencia del resto de cines en cuya infraestructura tenían platea y mezzanine, este era de un solo piso, largo pero escalonado. Fue un cine siempre muy apto para los cambios. Fue bajo esta premisa que en el 2006 fue absorbido por la cadena nacional de multicines “Cineplanet”.


Entre 1983 y 1985 se inaugura el cine “Sagitario”. Pese a encontrarse cerca al mercado Mayorista, era uno de los cines más modernos de Trujillo. Se especializó en pasar películas hindúes –éxitos de taquilla a nivel nacional– y funcionó hasta finales de los 80.


Tras la aparición de la televisión y el VHS, el negocio de los cines dejó de ser rentable. Para la gran mayoría de personas simplemente ya no era atractivo. Esto, sumado a la crisis económica del tercer año de gobierno de Alan García (85-90), aceleró la ausencia del público. Muchos cines como “El Pueblo” y “El Popular” desaparecieron a inicios de los 80, otros como el Municipal y el Colón –cuyos locales eran alquilados– se devolvieron a sus dueños originales, el Municipio y el Colegio San Juan, respectivamente. En los 90, únicamente los cines “Primavera”, “Ayacucho”, “Perú” y “Chimú” continuaron proyectando films.



Recuerdos de película


El cine de nuestros días ha enterrado toda una mística en torno a las viejas salas de Trujillo. Definitivamente hemos crecido en tecnología, infraestructura y variedad con los nuevos multicines; pero muchas cosas se han perdido en el camino.


Para empezar, se ha olvidado la terminología afrancesada de clasificación de los horarios. Antes las funciones se dividían en: matinée (3:45PM ó 4:00PM), vermouth (6:45PM ó 7:00PM), noche (9:45PM ó 10:00PM), trasnoche (12:00AM) y matinal (10:00AM ó 12:00PM), este último horario se le conocía también como extraordinario, y era exclusivo de sábados y domingos. Además, las clasificaciones para los públicos eran: apta para todos, mayores de 14 años, mayores de 18 años y mayores de 18 años con advertencia. Si es que algún escurridizo quería ver una película sin que se enteren sus padres, tenía que sobornar al boletero. Ahora todo es diferente, las funciones son a cualquier hora la tarde, y la única clasificación que se hace es por horarios, siendo los de noche (a partir de las 10:00PM) dirigidos para adultos, y los de tarde principalmente para niños.


La publicidad siempre fue utilizada para y en el cine. Con la finalidad de anunciar las funciones se creó la columna “Cine, cine y más cine” en el diario La Industria, que llegó a ocupar casi tres páginas en aquel entonces, por la cantidad de salas que existían. Mientras tanto, en el ecran ya empezaban a proyectarse comerciales de cerveza “Cristal” o incluso slides con las gangas que ofrecían las principales tiendas de nuestra ciudad.


Por otro lado, ocurría algo curioso durante las proyecciones. Los cines antiguos a veces compartían una misma película. James Bond, por ejemplo, se estrenó el mismo día tanto en el “Cine Ideal” como en el “Perú”. En el “Ideal” empezaba a las 3:45PM y en el “Perú” a las 4:00PM. Los dueños compraban un solo rollo para poder compartirlo durante el mismo horario y contrataban a un sujeto que se trasladaba en moto de un cine a otro. Los espectadores ni se enteraban que en el cuarto de proyecciones aquel hombre apenas acababa el rollo en un proyector lo guardaba en una lata y montaba raudo en su moto en dirección a otra sala. Hacía como siete u ocho viajes por película, ya que los rollos duraban de 15 a 20 minutos en el proyector de 35 mm. La maniobra del cambio era realmente imperceptible.


Sin embargo, en numerosas ocasiones, entre los apuros del backstage, la pantalla del ecran se quedaba en blanco debido a que el tráfico le jugaba una mala pasada al hombre de la moto. Y mientras que hacía lo imposible por no accidentarse –cosa que ocurrió en alguna oportunidad– y llegar a colocar el otro rollo, la gente silbaba, dormía y gritaba. En los 80, los cómicos ambulantes de la Plaza de Armas aprovechaban esos momentos para realizar un show que servía como intermedio.


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