Muy interesante la entrevista de José Gabriel Chueca del sábado 14 de marzo al Otorongo. El Otorongo es un suplemento de caricaturas de humor político que muchas veces nos explica mejor el acontecer semanal que más de mil palabras.
También me agrada bastante leer varias veces en esta entrevista la palabra hígado. XD Este hígado es su fan. Copio y pego la entrevista completita, aunque claro yo le hubiera puesto otro nombre: "A veces, hacer un chiste implica mucho sufrimiento". (Entiéndanlo malditos cabrones)
“El Otorongo tiene sonrisa amarga y deseo de venganza”
El suplemento de humor político de Perú.21, El Otorongo, cumple tres años salvando nuestros hígados al hacernos reír de lo indignante. Su tripulación: Heduardo, Canabis, V. Pereira, J. Cossío, M. Det, L. Rossell, Jenilla, A. Edery, Agueda y Karry.
Ver http://blogs.peru21.pe/elotorongo/
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"Los antecedentes son “Monos y monadas”, a comienzos de siglo pasado. En esa época, el humor político cumplía la doble función de divertir y de formar políticamente. En la revista Variedades estaba Julio Málaga Grenet con la sátira. Valdelomar también hacía humor político en esa revista", explica.
Muchas veces no entiendo las caricaturas antiguas, del siglo XIX o de comienzos del XX.
En el último Otorongo también hay dos que no entiendo. Es un fenómeno atemporal.
¿A qué se debe que no las entienda? ¿Ha cambiado el lenguaje o simplemente no conozco el contexto?
Se debe a ambas cosas. Es posible que El Otorongo leído en 20 años no se entienda. Además, el trabajo que hacían antes era más sutil y no solo se refería al contexto político sino, también, a los usos de la época. Recuerdo a un dibujante que criticaba la frivolidad de las chicas, que paseaban por el Jr. de la Unión comprándose todo. Y a los jóvenes que salían del Palais Concert completamente borrachos. Era eso lo que se hacía en Alemania y en Francia: es la línea belga, que recogía el art nouveau.
A comienzos de siglo, importantes pintores hicieron caricatura, como Vinatea Reynoso e incluso Sabogal.
Hacer caricatura me parece mucho más difícil que hacer retrato. Uno ve gente con trayectoria de diez o quince años haciendo caricatura que no progresa. Es un arte en realidad. No es algo que se consigue solo con la práctica, es la visión del artista. Lo malo es que ni aquí ni en muchos lugares se considera un arte. Hay quienes rescatan el cómic, pero no la caricatura.
¿Cuáles son los antecedentes recientes, en el Perú, en humor político?
Lo que más ha influido es el “Monos y monadas” más reciente. Las carátulas de Carlín eran tremendas. De hecho, uno podía quedarse solo con la carátula. Pero también incluía humor gráfico, no solo político. Además, todos los que participaban en “Monos...” tenían formación política. Podían debatir. También era más fácil hacerle guiños al lector porque la gente compartía cierto sentido común de izquierda. Ahora, el nuevo sentido común es el neoliberalismo. En todo caso, lo que hacemos nosotros es apelar no a una ideología sino el escepticismo generalizado respecto a la clase política y su relación con la corrupción.
Los vladivideos demostraron que la corrupción está insertada en el sistema político.
Ahora todos somos sospechosos. Hay una amargura más existencial. Además, la cultura visual se ha desarrollado mucho más. La gente se alimenta más de imágenes, todo el mundo recuerda más imágenes y la gente se engancha con ellas.
El Otorongo no cree ni en su madre.
En los 80 la gente estaba decepcionada del gobierno militar. Ahora estamos decepcionados de nosotros mismos, de la humanidad. Todo el mundo sabe que cualquiera que asume un cargo político o representativo lo hace para hacer su negocio. Entran como lobbystas. Entonces, El Otorongo tiene que sacarles la mugre. Hay dos cosas detrás de los dibujos: el deseo de venganza y la sonrisa amarga.
Retrata el cinismo de los políticos.
El cinismo en el mal sentido, porque hay un buen sentido.
¿Se ríe de sus dibujos?
Uno tiene que hacer un chiste sea cual sea la circunstancia que está atravesando, así se haya peleado con su pareja o le hayan robado. A veces, hacer un chiste implica mucho sufrimiento, bajo la presión del cierre de edición. Además, mucho del chiste es la sorpresa. Es la misma diferencia entre prepararse uno mismo un cebiche en su casa y comer uno en la calle. Es como los trucos de los magos. Si uno conoce el truco, entonces, ya no se sorprende. Pero, a veces, hay indignación al dibujar. Lo que siempre sorprende es ver el dibujo ya publicado, porque siempre se ve distinto. Uno se da cuenta de un montón de cosas que no vio en el original. Uno va con adrenalina al quiosco el viernes para ver cómo salió. Recién entonces se puede disfrutar.
¿La indignación es el motor?
Está presente pero no debería estarlo. Hay diferencia entre el humor gráfico y esos dibujos que son un solo de hígado. Uno tiene que elaborar las cosa para que sea graciosa.
¿Si no hay risa al momento de dibujar, cómo se puede saber que el chiste es gracioso?
Uno calcula qué puede dar risa. Exagera el dibujo, le da la vuelta al texto, viene la venganza, chanca un poco aquí y otro poco allá. Hay un margen de aventura. Uno se alegra mucho cuando se entera que el dibujo ha causado un efecto: que han llamado para quejarse o que lo han sacado en TV.
¿Caricaturizar es un goce?
Me encanta dibujar la panza de Alan García, es un placer dibujar su panza y su cara. Me cebo en eso. Mercedes Cabanillas también es divertida de dibujar. Y Alva Castro es para vacilarse. Las variaciones Rómulo, con barba y sin barba, también han sido divertidas. Lady Bardales tuvo buen efecto. Pero los personajes que pegaron fueron Little Luciana y Big Meche.
El Otorongo también critica al lector.
El público sale como manadas, como carneritos. Si estuviéramos en los años 70, lo bueno sería la revolución cubana, la trova. Felizmente hemos superado eso. Ya nadie tiene banderas. Todo el mundo está decepcionado. Eso nos deja con la obligación de ejercer una actitud implacable con lo que acontece. Uno se indigna con la conchudez de los políticos.
El Otorongo hinca como ninguno pero no duerme bien ni come rico.
No se duerme nada bien. Se come rico, a veces. Es solo una frase.
¿A qué cargo público postularía?
Al ministerio de Cultura.
¿Otorongo no come otorongo?
Este otorongo sí come otorongo.
Muchas veces no entiendo las caricaturas antiguas, del siglo XIX o de comienzos del XX.
En el último Otorongo también hay dos que no entiendo. Es un fenómeno atemporal.
¿A qué se debe que no las entienda? ¿Ha cambiado el lenguaje o simplemente no conozco el contexto?
Se debe a ambas cosas. Es posible que El Otorongo leído en 20 años no se entienda. Además, el trabajo que hacían antes era más sutil y no solo se refería al contexto político sino, también, a los usos de la época. Recuerdo a un dibujante que criticaba la frivolidad de las chicas, que paseaban por el Jr. de la Unión comprándose todo. Y a los jóvenes que salían del Palais Concert completamente borrachos. Era eso lo que se hacía en Alemania y en Francia: es la línea belga, que recogía el art nouveau.
A comienzos de siglo, importantes pintores hicieron caricatura, como Vinatea Reynoso e incluso Sabogal.
Hacer caricatura me parece mucho más difícil que hacer retrato. Uno ve gente con trayectoria de diez o quince años haciendo caricatura que no progresa. Es un arte en realidad. No es algo que se consigue solo con la práctica, es la visión del artista. Lo malo es que ni aquí ni en muchos lugares se considera un arte. Hay quienes rescatan el cómic, pero no la caricatura.
¿Cuáles son los antecedentes recientes, en el Perú, en humor político?
Lo que más ha influido es el “Monos y monadas” más reciente. Las carátulas de Carlín eran tremendas. De hecho, uno podía quedarse solo con la carátula. Pero también incluía humor gráfico, no solo político. Además, todos los que participaban en “Monos...” tenían formación política. Podían debatir. También era más fácil hacerle guiños al lector porque la gente compartía cierto sentido común de izquierda. Ahora, el nuevo sentido común es el neoliberalismo. En todo caso, lo que hacemos nosotros es apelar no a una ideología sino el escepticismo generalizado respecto a la clase política y su relación con la corrupción.
Los vladivideos demostraron que la corrupción está insertada en el sistema político.
Ahora todos somos sospechosos. Hay una amargura más existencial. Además, la cultura visual se ha desarrollado mucho más. La gente se alimenta más de imágenes, todo el mundo recuerda más imágenes y la gente se engancha con ellas.
El Otorongo no cree ni en su madre.
En los 80 la gente estaba decepcionada del gobierno militar. Ahora estamos decepcionados de nosotros mismos, de la humanidad. Todo el mundo sabe que cualquiera que asume un cargo político o representativo lo hace para hacer su negocio. Entran como lobbystas. Entonces, El Otorongo tiene que sacarles la mugre. Hay dos cosas detrás de los dibujos: el deseo de venganza y la sonrisa amarga.
Retrata el cinismo de los políticos.
El cinismo en el mal sentido, porque hay un buen sentido.
¿Se ríe de sus dibujos?
Uno tiene que hacer un chiste sea cual sea la circunstancia que está atravesando, así se haya peleado con su pareja o le hayan robado. A veces, hacer un chiste implica mucho sufrimiento, bajo la presión del cierre de edición. Además, mucho del chiste es la sorpresa. Es la misma diferencia entre prepararse uno mismo un cebiche en su casa y comer uno en la calle. Es como los trucos de los magos. Si uno conoce el truco, entonces, ya no se sorprende. Pero, a veces, hay indignación al dibujar. Lo que siempre sorprende es ver el dibujo ya publicado, porque siempre se ve distinto. Uno se da cuenta de un montón de cosas que no vio en el original. Uno va con adrenalina al quiosco el viernes para ver cómo salió. Recién entonces se puede disfrutar.
¿La indignación es el motor?
Está presente pero no debería estarlo. Hay diferencia entre el humor gráfico y esos dibujos que son un solo de hígado. Uno tiene que elaborar las cosa para que sea graciosa.
¿Si no hay risa al momento de dibujar, cómo se puede saber que el chiste es gracioso?
Uno calcula qué puede dar risa. Exagera el dibujo, le da la vuelta al texto, viene la venganza, chanca un poco aquí y otro poco allá. Hay un margen de aventura. Uno se alegra mucho cuando se entera que el dibujo ha causado un efecto: que han llamado para quejarse o que lo han sacado en TV.
¿Caricaturizar es un goce?
Me encanta dibujar la panza de Alan García, es un placer dibujar su panza y su cara. Me cebo en eso. Mercedes Cabanillas también es divertida de dibujar. Y Alva Castro es para vacilarse. Las variaciones Rómulo, con barba y sin barba, también han sido divertidas. Lady Bardales tuvo buen efecto. Pero los personajes que pegaron fueron Little Luciana y Big Meche.
El Otorongo también critica al lector.
El público sale como manadas, como carneritos. Si estuviéramos en los años 70, lo bueno sería la revolución cubana, la trova. Felizmente hemos superado eso. Ya nadie tiene banderas. Todo el mundo está decepcionado. Eso nos deja con la obligación de ejercer una actitud implacable con lo que acontece. Uno se indigna con la conchudez de los políticos.
El Otorongo hinca como ninguno pero no duerme bien ni come rico.
No se duerme nada bien. Se come rico, a veces. Es solo una frase.
¿A qué cargo público postularía?
Al ministerio de Cultura.
¿Otorongo no come otorongo?
Este otorongo sí come otorongo.
¡NO COMENTEN!
"A veces, hacer un chiste implica mucho sufrimiento".
ResponderBorrareste titulo me gusta mas(:
Saludos!
concuerdo: esta mejor el tuyo.
ResponderBorrarche martín, say no more! se agradede el comentario, ¿cuándo caes por trujillo?
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